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Ecología: Nosotros cuidamos nuestra casa

Amparo Berumen

Con la llegada de cada día llega también el deseo de retomar, cuantas veces sea necesario y lo será siempre, el tema de nuestros espacios naturales frente al degrado ambiental. Al despertar cada mañana con el sol naciente o la bruma del puerto, se renueva en lo profundo el interés de cuidar nuestro patrimonio natural, nuestra ciudad–hogar en la que se enraízan memoria y paisaje impregnados del sabor del tiempo.

Regidos por este mismo criterio, algunos pueblos del mundo trabajan sin descanso en la mejora de sus ecosistemas, y hasta en la construcción de pequeños reservorios genéticos donde puedan reproducirse animales y plantas nativas.

Todos sabemos que la Naturaleza nos ayuda a estar bien. No en vano nuestros orígenes se remontan a bosques y sabanas porque nació la raza humana para lo bello. Y fue creado nuestro oído para el silbo de las aves y el crujir de los árboles. Amamos los verdes insignes, los ocres del otoño, y en la piel la caricia del viento…

Dice Eduardo Galeano que aquel clamor universal de que “Somos todos responsables”, nos absuelve. La generalización absuelve –apunta: si somos todos responsables, nadie lo es.

Y habla también Galeano del “lenguaje de las exhortaciones” usado por los expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad. Esto trae a mi memoria aquella Cumbre de Río de Janeiro en la que 103 mandatarios del mundo deliberaban, desde sus posturas, el compromiso de salvar la Tierra.

Pero ellos hablaban no sólo en lenguas distintas sino distantes, con modismos locales y casi intrínsecos, dejando al descubierto grandes bagajes con cargamentos que no coincidían en sus problemas ni en su solución, aun sabiendo los jefes de estado que la ÚNICA meta ecológica es aquella que busca el equilibrio entre Hombre y Naturaleza.

Cuán lamentable es corroborar que en nuestro país y en muchas partes del mundo prevalecen las formas libertinas de gobierno, en las que se desprecia la biología de los ecosistemas y se reverencia lo económico por encima de lo que sea. Ésta no es una noticia sino tan solamente un principio universal que habla de rasgos culturales diferentes, de éticas particulares, de esquemas de valores grupales.

Ya ha señalado Homero Aridjis que es delgado el hilo del Texto de presentación de nuestro Calendario de Fotografía LUZ y CAFÉ 2019. que pende la seguridad de las mariposas, las tortugas, las ballenas grises, los jaguares o los borregos cimarrones.

Es tan delgado ese hilo –dice Aridjis–, como el papel en que se escriben los decretos y las leyes, cuya mera promulgación no garantiza la protección de las áreas naturales… Ha sido lamentable que frente a esta crisis no hayamos establecido como una prioridad el cuidado ambiental, quizá porque no hemos medido nuestra incapacidad reparadora.

Hoy sin embargo y por fortuna, se están creando en muchos países organismos importantes encargados de señalar el rumbo y de vigilar el cuidado y la explotación del medio, porque no existen en ninguna parte biósferas o ecosistemas de REPUESTO.

La aparición de la Ecología como esencia de la relación entre lo vivo y el medio, ha permitido el rescate de estos temas que permanecían invernando en la Teología Natural, en la que ya habían sido tratados a fondo la unidad, la analogía, la finalidad y la belleza de la Naturaleza.

Esta nueva ciencia no habla hoy del AGUA en general sino de las aguas, los mares, las lagunas, los estanques, los ríos, los arroyos. No habla hoy de los GASES en general sino de la Atmósfera. Tampoco de las TIERRAS y MINERALES en general sino del Suelo.

Sí. Hoy tenemos que hablar de nuestros espacios vitales, de nuestros entornos, de nuestros ecosistemas como un conjunto estable de un medio natural con valor incalculable. No dejemos más que los minutos se sigan escapando frente a nuestros ojos mientras otros deciden el desmoronamiento del Planeta. Nosotros de inicio estamos obligados a cuidar las aguas y a defender el suelo mismo bajo nuestros pies.