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Dos Méxicos frente a la tragedia del COVID-19

Por José Guillermo P.H.

“¡Quédense en casa!” Es el enérgico y reiterado llamado que las autoridades sanitarias de los tres niveles de gobierno en México hacen a la población del país entero. En la medida que las personas hagan caso a este llamado, se podrá ralentizar el ritmo de contagios, lo que permitiría al ya de por sí precario y saturado sistema de salud pública atender los casos graves que inevitablemente irán surgiendo y con ello disminuir el número de muertes.

Pero ese mensaje está llegando a dos Méxicos distintos, porque mientras una parte de la población puede efectivamente confinarse en su hogar durante una, dos, tres o más semanas, muchos se ven obligados a salir todos los días a trabajar, y en ocasiones no pueden hacerlo siguiendo las medidas ideales de sana distancia y prevención del contagio.

Mientras algunos pueden irse a su casa y recibir el pago íntegro de su sueldo, otros fueron despedidos; mientras algunos pueden trabajar desde su hogar, otros deben hacerlo en las calles y en los mercados. No todos pueden parar o dejar de salir, pero todos necesitamos hacerlo.

Hoy nos debe preocupar ante todo la salud de las personas, disminuir la cantidad de contagios y fortalecer urgentemente y en la medida de lo posible al sector salud de nuestro país, pero será difícil lograrlo sin la solidaridad y el compromiso del sector público y privado, es imperativo que se dejen de lado las diferencias políticas e ideológicas y se comience a trabajar coordinadamente para hacer frente a esta crisis. De no hacerlo, podríamos enfrentar una situación de horror como las que se han visto ya en otros países.

Sin embargo, no hay que perder de vista el impacto económico que vendrá y tendrá catastróficas repercusiones en los meses que vienen. Una vez superada la parte más dura de la pandemia, nos encontraremos con que muchos negocios que habían cerrado temporalmente durante este tiempo de confinamiento, ya no abrirán más sus puertas.

Apenas estamos entrando en la tormenta y ya se perdieron en menos de un mes, más empleos de los que se generaron en 2019; entre el 13 de marzo y el 6 de abril se perdieron 346,878 empleos, contra los 342,077 empleos generados en todo el año pasado, de acuerdo con la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde.

Por otro lado, en los Estados Unidos, tan solo en la semana anterior se realizaron 6.6 millones de reclamos de desempleo y esta semana fueron 5.5 millones; esto es con enorme diferencia la peor cifra desde que se tienen registros, pues las peores semanas durante la crisis de 2009 habían sido de cerca de 700 mil reclamos; hoy el número es 9 veces mayor.

Esto nos impacta de muchas maneras, por un lado, las exportaciones y el comercio en general con el vecino país del norte podría verse seriamente afectado, por el otro, podrían caer estrepitosamente las remesas que son una de las principales fuentes de ingresos para nuestro país, por encima de la inversión extranjera directa, de las exportaciones petroleras y del turismo, por mencionar algunos rubros, mismos que también se verán afectados.

El tamaño de la crisis económica que se avecina es tal que sólo puede compararse con la ocurrida durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado, cuando el comercio internacional se redujo a la mitad y el desempleo en Estados Unidos llegó al 25% y en algunos países alcanzó el 33%; esta crisis, dicho sea de paso, fue un catalizador decisivo para el inicio de la Segunda Guerra Mundial, pues favoreció la aparición del nacional-socialismo en Alemania debido a las dificultades económicas que se vivían.

Si a todo lo anterior le sumamos que la economía mexicana ya se encontraba debilitada habiendo registrado un nulo crecimiento el año pasado, nos damos cuenta de que estamos ante un panorama muy poco alentador.

Y uno de esos dos Méxicos de los que hablábamos antes será el que se lleve la peor parte. Primero durante la pandemia cuando no podrá dejar de salir a trabajar todos los días exponiéndose al contagio, y después durante la crisis económica que vendrá, cuando la actividad económica sea débil y muchas empresas chicas y grandes tengan que cerrar y el desempleo alcance niveles alarmantes.

Por eso es imperativo que gobierno y sector privado se pongan de acuerdo, dejen de lado sus diferencias ideológicas y se comience a elaborar un plan para enfrentar unidos la crisis que ya sabemos que se acerca. De otra forma sólo estaremos reaccionando ante lo que ya ocurrió, cada quién como pueda y entienda, algo así como un “sálvese quien pueda”.