Irene Escobedo López

Lo que sucedió el pasado 8 de marzo nos confirma que en México hay libertades, pero tambien ratifica la enorme indignación y vaya que la hay por los delitos contra las mujeres pero también por la violencia generada durante la marcha y que por lo general la ocasionan casi siempre los grupos infiltrados.

Es verdad que los delitos contra las mujeres están imparables y que las marchas son el eco de la desesperación, son la justa manifestación al reclamo de seguridad que afecta no solamente al sexo femenino en el país, poroque en Mèxico son 112,000 los desaparecidos, hay niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres, jóvenes y adultos Y por elllos y todas las injusticias entorno al delito es justo salir y gritar y luchar, pero el resto es violencia.

La cantidad de contingentes que se vieron en las calles de Zacatecas y las principales plazas de todas las ciudades, demostró que en este país hay sensibilidad y hartazgo, hay dolor, hay lágrimas, hay impotencia en cada madre y en cada persona cercana a un desaparecido o a una mujer violentada, pero quienes irrumpen con violencia y destruyen los nobles animos y objetivos, ¿tendrán claro el sentido del 8M? o solamente se suben al escenario para llevar agua a su molino.

No se puede seguir desacreditando a las mujeres ni a la conmemoración del 8 de marzo, o dentro de poco no todas saldràn a manifestarse, recordemos que el 8M no es una fiesta sino una lucha, no es una celebración sino un reconocimiento y como tal hay que honrarlo porque lo que se vio en el centro histórico de Zacatecas, la violencia desmedida, incluso contra transeúntes no nos representa la mayoría de las mujeres del estado. De miedo ya tenemos bastante como para todavìa cuidarnos de nosotros mismos porque nos hemos vuelto nuestros propios enemigos.