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De lleno a la Normalidad Digital

Jaime Santoyo Castro

Muchos de los que nacimos en el siglo anterior, nos habíamos ido incorporando tímidamente al uso de las tecnologías digitales, sólo cuando la realidad nos iba obligando; es decir, nos resistimos lo más que pudimos, con el pretexto de que éramos “de otros tiempos”, pero la pandemia del coronavirus vino a empujarnos de lleno a la nueva normalidad digital. De repente ya no pudimos ir como antes lo hacíamos, a las sucursales bancarias a hacer nuestros movimientos; tuvimos que optar por hacer funcionar los token y las claves que teníamos por ahí guardadas y olvidarnos de salir a la calle a hacer filas, y esto ahora es parte de la normalidad.

Tampoco pudimos asistir a conferencias y o reuniones de amigos y/o profesionales y tuvimos que aprender a manejar el zoom y otras aplicaciones de las que ni siquiera sabíamos que existían. Yo en lo particular debía de dar una clase a un grupo en una maestría en Durango y con todo y la incomodidad e incertidumbre que esto me produjo, hube de dar la clase “en línea”.

Las instituciones educativas tuvieron que ponerse rápidamente al día y establecer los mecanismos de clase para que los jóvenes y niños no perdieran tiempo, lo que admirablemente se logró, y se incorporó a los padres en esta dinámica, que creo es muy aleccionadora y relevante.

Vimos como nuestras autoridades gubernamentales, particularmente el Gobernador Alejandro Tello, dio ejemplo del uso de la tecnología convirtiéndola en un medio eficaz de comunicación tanto con su gabinete, como con la población en general, y logró incrementar el nivel de acercamiento entre unos y otros, sin necesidad de que la gente fuera a palacio de gobierno, pero también se impulsó en todos los ámbitos el trabajo en casa; y la inclusión de trámites a través de internet, como el pago de impuesto y derechos a los municipios, pago de derechos de registro público, y obtención de certificados por la misma vía. Gracias a ello, muchas actividades se siguieron realizando.

En el ámbito religioso vimos la celebración de eventos eucarísticos en línea y la limitación de la presencia directa y multitudinaria en las iglesias y así lo veremos en una inmensidad de actividades de la vida diaria.

Esta pandemia nos condujo a evitar los contactos físicos en aras de una nueva forma de vida. Ya no hay pretextos y tampoco hay camino de regreso. O le entramos, o nos quedamos en el atraso.