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De las mujeres y médicos

Antonio Sánchez González. Médico

Once. Según diversas organizaciones de la sociedad civil, este es el número de mujeres que fueron asesinadas en México por día, la mayoría (7 de cada 10) en manos de sus esposos o exparejas entre el primero de enero de 2015 y la publicación de este artículo. Valentina, de 52 años, madre de tres hijos, asesinada por su exnovio en su casa.

Catalina, de 46 años, acuchillada y ultrajada por su excompañero porque «no podía soportar su ruptura». Verónica, de 18 años, asfixiada por su pareja de 40 años y cuyo cuerpo estaba escondido al borde de un canal. Ella ya se había quejado de la violencia de su asesino. Si a menudo escuchamos que una mujer es asesinada cada tres horas y media por su pareja o expareja, a esta cifra vertiginosa se suma la de todas las «otras», las olvidadas de las estadísticas oficiales.

Destacadas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, estas olvidadas fueron, todas las víctimas de intento de feminicidio y las mujeres que terminaron con su vida o intentaron hacerlo por la violencia que sufrieron en su casa.

Además, de acuerdo con los mismos datos y los del INEGI, las mujeres con mayor propensión a experimentar violencia por cualquier agresor a lo largo de la vida son aquellas que residen en áreas urbanas, de edades entre 25 y 34 años, con nivel de escolaridad superior o bien no pertenecen a un hogar indígena.

En las averiguaciones previas iniciadas o en las carpetas de investigación abiertas, los principales delitos cometidos en contra de las mujeres son los relacionados con el abuso sexual y la violación.

Esta es la parte sumergida del iceberg de la violencia doméstica: once mujeres víctimas al día en lugar de tres mujeres cada día (cualquiera de estas cifras pone la piel de gallina). Más allá de un recuento trágico y alarmante, estos números dan testimonio de los escollos que aún son insalvables en el cuidado de las mujeres víctimas de violencia, a pesar de la participación del entramado social y de todos los profesionales involucrados en el camino de su atención antes de la pérdida de cada vida.

Más de la mitad de las mujeres en las salas de espera de los médicos son víctimas de violencia doméstica y dos de cada cinco víctimas consultaron primero a un profesional de la salud después de un incidente violento en el seno de la familia. Está claro que muchas víctimas no se atreven a cruzar la puerta de una comisaría. Ya sean profesionales de la salud enfermeras, farmacéuticas, fisioterapeutas, psicólogas, parteras, dentistas, paramédicos, podólogos o médicos, las mujeres víctimas se reúnen con estos profesionales de la salud en promedio tres veces al año porque están en primera línea para identificar la violencia que sufren.

Y, si bien están comprometidos a brindar atención eficiente a las víctimas que entrevistan, muchos profesionales de la salud se ven inhibidos por la falta de tiempo y recursos y frenados por sentimientos de miedo, autocensura, aislamiento e ineficiencia.

Conscientes de que estamos en primera línea en la lucha contra este flagelo, los médicos debemos demostrar claramente nuestra participación en esta lucha; debemos interrogar sistemáticamente a nuestros pacientes, incluso ante la menor de las señales de advertencia, a considerar el impacto de la violencia intrafamiliar en los niños para protegerlos, y a apoyar, informar y guiar a las víctimas lo mejor que podamos.

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, nosotros, los profesionales de la salud y cuidadores de todos los ámbitos de la vida, debemos recordar nuestra responsabilidad en la lucha contra la violencia contra las mujeres, inherente a nuestro compromiso, y reafirmar que la detección de víctimas es un acto médico por derecho propio, en el que estamos obligados a participar plenamente.

Para que, colectivamente, todos, víctimas, testigos y profesionales, estemos menos indefensos ante este fenómeno social y la atención que requiere. A las víctimas que no se atreven a hablar y a sus seres queridos, les debemos garantizar nuestro pleno apoyo y decirles, alto y claro: nosotros, los médicos, las enfermeras, los cuidadores, acogeremos su palabra y haremos todo lo posible para apoyarles.