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¿Contubernio o sometimiento?

Por José Guillermo P.H.

Tras los lamentables hechos ocurridos en Sinaloa en los que fuerzas gubernamentales detuvieron a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, para luego liberarlo debido a las amenazas del grupo delincuencial, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo al pueblo de México que tuviera confianza, pues no hay contubernio entre delincuencia y autoridades. Si eso es verdad, si entre el gobierno y los cárteles no hay entendimientos o negociaciones por debajo del agua, entonces lo que hay es un sometimiento del Estado mexicano ante los criminales.

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen (..)”, son las palabras con las que el Presidente de México toma protesta, es lo que pronunció López Obrador al dar inicio a su mandato el 1 de diciembre de 2018. Hoy la realidad es que el Gobierno de México no está dispuesto a hacer cumplir la ley, los delincuentes saben que si van lo suficientemente lejos el gobierno cederá, saben que el Estado es débil y que un cártel logró ponerlo de rodillas y ordenarle que libere a un delincuente.

Independientemente del ridículo internacional que está haciendo México en estos momentos debido a la nula planeación de un operativo de tal magnitud, que dejó al gobierno tan mal parado que no tuvo más alternativa que rendirse; podemos estar ante un punto de inflexión en el que los grupos delincuenciales verán rentable incursionar en el terrorismo. Si esto ocurre, el 17 de octubre de 2019 podría pasar a la historia como el inicio de una trágica etapa para nuestro país, recordemos que el infame Cártel de Medellín ya utilizó con funesto éxito al terrorismo como arma para someter al Estado colombiano durante las décadas de los ochenta y principios de los noventa.

Pareciera que el presidente no alcanza a entender la seriedad de la situación cuando declara que a los delincuentes les hace un llamado a “que le bajen” y a que se porten bien, “fuchi, guácala”, dijo como si el tema fuera un chiste. Poco más de un mes después de haber dicho eso, ocurrieron los lamentables hechos de Culiacán. Es evidente que ni ese llamado, ni su brillante estrategia de acusar a los delincuentes con sus mamás ha tenido efecto.

Ante la ausencia de un Estado que imponga la ley en México, los delincuentes hacen lo que quieren. Ya hay en el país varias regiones en las que gobiernan los delincuentes y no las instituciones, una de ellas en Sinaloa, pero también ocurre en zonas de Michoacán, Guerrero y Jalisco por mencionar algunos.

¿Para esto quería ser presidente? ¿Para ceder el poder ante delincuentes?

Esta situación se veía venir, primero cede ante un gobierno extranjero el convertir la Guardia Nacional en una patrulla fronteriza al servicio de otro país, luego un grupo de normalistas secuestran a 92 choferes y son premiados con plazas magisteriales. Ahora, luego de que el presidente se mostró “conmovido” ante la sentencia a cadena perpetua del Chapo y de ofrecer a la familia apoyo para que pudieran verlo, le responden convirtiendo a Culiacán en un infierno y doblegando al Estado para cumplir sus exigencias. Los abrazos no funcionaron ahí, ¿será que algún día el presidente entrará en razón?.