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CONFLUENCIAS

Arturo Gutiérrez Luna Unidad de Estudios Jerezanos

Esta columna se denomina CONFLUENCIAS en referencia a la mirada esquiva, a la diversidad, a la apertura. La palabra que designa nuestros esfuerzos evoca la posibilidad del encuentro, en caso contrario se encuentran las tentativas del pensar unívoco, desde el cual se yerra en la medida que se niega su extensión, su derivación en la colisión y el coloquio.

Entonces, adopta este nombre porque apuesta por la iniciación, por el tropiezo, por el diálogo. En estas entregas intentaremos pergeñar algunas notas que ponderen la lectura y la escritura de ilustres jerezanos. Nos proponemos ensayar sobre la escritura jerezana en una apuesta por reconocer el oficio detrás de las palabras.

En todo caso, esta columna se despliega como metáfora de apertura a la conversación. De tal suerte que en CONFLUENCIAS queremos recordar que Homero llama héroes a los hombres de fuerza, valor o destreza sobre humanos, favorecido por los dioses; considerados con el trascurrir del tiempo intermediarios entre los dioses y los hombres e inmortales. Evocamos esta noción de héroes para referirnos a la titánica obra del gran filósofo jerezano Francisco Larroyo.

Confieso que accedí a Francisco Larroyo a través de su obra. Intimidaba lo voluminoso de sus libros. Me imbuí de su pensamiento sin sospechar siquiera la alta calidad, la estricta estructuración, su carácter riguroso. Pronto advertí, por un lado, la prodigalidad de sus intereses intelectuales, por el otro, la valentía de su rigor en el abordaje.

No obstante la amplitud temática, sus obras exhibían una estructuración ordenada y llena de sentido. Se trataba, sin duda, de piezas estrictas de la mejor manufactura crítica. Cuestión de método, las observaciones propuestas deben por lo menos augurar nuevas perspectivas analíticas, otras explicaciones, acaso sólo innovadoras interpretaciones. En este sentido, la investigación resulta en una larga serie de consideraciones las cuales se evocan con tal de que haga sentido la explicación por la que propugna su autor. La encomienda consiste en una cuestión de enfocarse más en el intelectual dando sentido a su vida.

En sus primeros años como escritor, había comprometido su tentativa intelectual con la amplitud de miras, la crítica y la precisión. Destacaba desde entonces una premisa que irradiaba en el horizonte de su producción temprana: inscribía en sus libros su vocación por el servicio intelectual a la sociedad.

De esta manera, la formación cultural de Francisco Larroyo se constituye en el contexto de enfrentar las carencias de los desposeídos de la tierra. Se formó en la filosofía alemana perfilada a partir de la premisa de dar sentido a la vida. Le responde a esta situación priorizando en el diseño de una propuesta que incida en el desarrollo de una estrategia educativa asentada en la culturización de la población estudiantil.

Según advierte, Marguerite Yourcenar el investigador se compromete con la premisa de la reconstrucción aproximada de la vida. La cauta crónica a la que alude la escritora francesa asume que la empresa biográfica resulta siempre inacabada, quizá enigmática, o, cuando menos, misteriosa.

De tal suerte que la discriminación de unos aspectos por otros, contrae la posibilidad de una omisión grave la cual puede alterar la veracidad del relato de esa vida. Es así que la reconstrucción de una vida deja de lado aspectos que podrían dar sentido a su estela y acaso nunca lo sabremos del todo. La cauta crónica prioriza en la prudencia, para resguardarse del olvido, sin embargo, ha de formularse cierta síntesis siempre provisional sobre esa vida admirada. A fin de cuentas, la cauta crónica sospecha, duda, y, en todo caso, inquiere.

En último término, para seguir investigando a Francisco Larroyo hemos de fraguar un estudio que dé cuenta de su vida, pero, ante todo, que reflexione a la periferia de su obra. Tal como puede sospecharse, en el futuro inmediato, las pesquisas sobre su obra han de alentar la inquietud de sensibilidad de las nuevas generaciones, quienes son concitadas al encuentro con el poeta mediante su lectura. Más allá de la conjetura, Larroyo merece la investigación atenta para explicar el gran bien cultural que entregó a la posteridad como escrupuloso caballero de las ideas.