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CONFLUENCIAS

Arturo Gutiérrez Luna Unidad de Estudios Jerezanos ezlumax39@gmail.com

Curiosidades de Francisco Larroyo Hasta hace pocos años, con Larroyo, inexplicablemente, habrá que tomar en cuenta que sus obras permanecían ignoradas por causas desconocidas.1 Las reseñas cumplieron su papel de destacar las discusiones cruciales que sus libros atendían. Son textos críticos que se proponen una revisión de los méritos de uno y otro libro del filósofo jerezano. Coincidentemente, orecen una crítica, adelantan la oportunidad de la conversación anhelada por el propio filósofo.

Cuando en 1944, Alfonso Reyes publica su Cartilla moral asocia la encomienda de cambio de horizonte cultural con una perspectiva anclada en el pasado: Yo me niego a aceptar la historia como mera superposición de azares mudos. Hay una voz que viene de nuestros dolores pasados; hay una invisible ave agorera que canta todavía: tihuic, tihuic, por encima de nuestro caos de rencores.

¡Quién logrará la voz solidaria, el oráculo informulado que viene rodando de siglo en siglo, en cuyas misteriosas conjugaciones de sonidos y de conceptos todos encontrásemos el remedio de nuestras disidencias, la respuesta a nuestras preguntas, la clave de la concordia nacional!2 Según explica el humanista Reyes, se forja patria a partir de las señales del pasado en la vida presente. Larroyo lo comprende años después al plantearse la investigación de estas cuestiones éticas en su tesis de grado.

El intelectual zacatecano está intentando fundamentar su quehacer pedagógico y cultural a partir de premisas afincadas en el pensamiento clásico, especialmente en el kantiano que se ocupa de reflexionar sobre el sentido de la esta reflexión alentará la concepción de la persona, más allá de la noción de individuo.

Es de esta forma que reivindicará la perspectiva según la cual la persona es enfrentada a sí misma con tal de transformarse, para alcanzar mediante una formación determinada, la madurez que lo convierte en la mejor versión de sí mismo. Julo Torri apuesta por cobrar conciencia del aporte de las obras a la sociedad en la que se ofrecen.

En dicha valoración ha de darse lugar a la crítica y a la discusión respetuosa: Bajo cualquier moda se descubre al hombre de genio. No importan las expresiones de estilo y expresión de una época impone al artista creador. Si éste lo es de veras, a vueltas del tributo pagado al culto del momento, reverenciará a los verdaderos númenes, a las normas supremas del arte puro. Y los poetilla y míseros prosélitos que se adueñaron trabajosamente de las maneras y recursos superficiales de una moda pasajera se quedarán con sus inanes frutos. Lo lamentable es que también pasan y se olvidan los buenos libros.

Pero este desvío e injusticia es muchas veces transitorio, en tanto aparece un erudito que evoque, de entre las apretadas falanges del ayer, al ingenio que no se satisfizo con las ideas de su tiempo, y que las rebasó y superó, en ocasiones sin que lo notaran sus desaprensivos contemporáneos.3 El destino de los buenos libros radica en volverse clásicos. Un proceso mediante el cual llegan a convertirse en piezas irremplazables de la cultura nuestra. Según este orden de ideas, algo curioso acontece con la obra de Larroyo; no se la lee, menos se la conoce.

Ello deriva en que no llega a discutirse la riqueza de sus obras maravillosas, ricas, espléndidas de la cultura moderna. Algo similar puede afirmarse de sus textos entregados a la prensa en cuyas páginas se propone la reflexión dinámica y astuta sobre tópicos cruciales para la cultura de la época. En esas entregas realiza la revisión de temas urgentes de que reclaman la observación inteligente y austera.

Su periodismo muestra una veta imprescindible de exploración de temáticas a las cuales volverá con persistencia durante las décadas posteriores. Conviene señalar que su labor periodística converge con su obra de modo que sus libros también se despliegan como una expedición al saber estructurado, meticuloso y racional.

El intelectual pasa de pronunciamientos audaces en diversas conferencias, hasta que las ideas acampen en ensayos y por fin arriben convertidos en libros perfectamente compuestos de acuerdo con probados cánones de calidad. Ello se explica porque la vida de Francisco Larroyo se urde en la trama de la filosofía, la cultura, la ética, y la pedagogía. Un cruce cuyos proyectos van fraguando alternativas a la educación en México, además de anclarlas a la circunstancia y responder a sus necesidades.

La premisa de suplir las carencias educativas lo guía hasta la conquista de su visión estratégica. El ensayo de Torena Estrada permite el rescate de la descripción de Gaos sobre Francisco Larroyo como alguien con «De Larroyo podrá juzgar directamente usted mismo por su controversia conmigo. Tiene información directa, a mí me parece que talento robusto, rudo, pero ya verá usted a qué posición se atiene: a mí me resulta más que nada, curiosa…»

4 Esta referencia a una más de las controversias de Larroyo, muestra la posición de Gaos expresada en la privacidad de la correspondencia.

El filósofo español exhorta a remitirse a la polémica para conocer a Larroyo. Recomendación que podemos hacer nuestra y a la cual tenemos acceso gracias a la circulación en su versión digital en el Instituto Cervantes. Resulta notable que en la referencia al pensador jerezano encontramos un respeto encomiable por parte del filósofo trasterrado. Larroyo anhela y se merece a su lector ideal quien aborde su obra con sentido crítico y rigurosidad atención a su aporte.