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CONFLUENCIAS

Francisco Larroyo Panorama educativo 1940 El panorama no podía ser más desalentador en las primeras décadas del siglo XX mexicano: A pesar de los avances que había alcanzado la educación pública durante las primeras cuatro décadas posteriores a la Revolución Mexicana, para fines de los años 50 el rezago educativo aún era impresionante.

El número de analfabetas era cercano a los 10 millones, más de tres millones de niños en edad escolar no asistan a la escuela, la eficiencia terminal era muy baja, ya que solo era del 16 % a nivel nacional y en el medio rural era del 2 %. La escolaridad promedio de la educación adulta era de 2 años, millares de niños estaban desnutridos y más de 27 mil maestros ejercían sin título.

1 Era preciso el arreglo de la encrucijada posrevolucionaria mediante la atención de un programa educativo estratégico para saltar de las cenizas de la revolución mexicana. Ha de destacarse la astuta comprensión de su tiempo por parte de Francisco Larroyo.

Logró entender la irrenunciable fundación de mejores instituciones de México, Larroyo despliega su pensamiento en sendos libros que van atendiendo al análisis de la problemática educativas. Supo percibir que hacía falta fortalecer las instituciones educativas. Para realizar esta profunda transformación inventa un “sistema de educación como conjunto de las instituciones educativas de una nación jurídicamente reconocidas. Todo sistema de educación se halla condicionado por la geografía, por la historia, y por la cultura viviente de un Pueblo.”

2 La Escuela Unificada no es sino el sistema pedagógico que organiza todas las instituciones docentes de manera coherente según la idea de cultura, es la consecuencia pedagógica del Estado de derecho, en donde queda borrada la antítesis entre clase social legisladora que amplifica las obligaciones y restringe los derechos, y clase social legislada que no tiene intervención en la formulación ni de los deberes que debe cumplir ni de los derechos que han de asistirle; la Escuela Unificada es consecuencia pedagógica del Estado democrático.

El objetivo central de Torres Bodet como Secretario de Educación fue poner en marcha un proyecto en contra del analfabetismo que afectaba a más del 55% de la población mayor a los seis años. Este proyecto implicaba una cobertura escolar mucho mayor a la que en ese momento se tenía en el país, y como fue imposible una formación de nuevos docentes bien preparados, se recurrió a la capacitación de maestros “empíricos” que ejercieron la docencia sin una adecuada preparación.

As se llegó a los 18 000 profesores de primaria al servicio de la federación, de los cuales 9 000 con un nivel educativo de primaria; 3 000 llegaban al primer o segundo año de secundaria; 4 000 eran graduados de las escuelas normales rurales y tan sólo 2 000 de las normales urbanas, en particular de la Escuela Nacional de Maestros.3

En tal contexto, resultaba indispensable desplegar el talento de los mexicanos para construir de entre los escombros al modelo de país que mostrara un México moderno. En tal contexto, resultaba indispensable desplegar el talento de los mexicanos para construir de entre los escombros al modelo de país que mostrara un México moderno. Larroyo se atiene a la iniciativa de crear una educación alternativa, complementaria, significativa.

La cruzada educativa del filósofo jerezano la realiza en varios frentes. Plantea soluciones para un sistema educativo. Su éxito lo acredita para fungir como líder de nuevas tentativas que atiendan las limitaciones de sistemas educativos superiores en los cuales conquista nuevos triunfos. Por ello se compromete con el fortalecimiento de las cruzada alfabetizadora. De ahí que se proponga la regularización del profesorado sin título que sin embargo ejercía como docentes.

En el mismo sentido deben entenderse la instauración de la Escuela Normal para la formación de maestros para la educación media y media superior. En 1943 se había publicado Los fundamentos de la escuela unificada, de Francisco Larroyo, pedagogía que será asumida abiertamente por el nuevo secretario de educación.

Para Larroyo se requería conformar un sistema de educación pública que acabara con el desorden anterior, el cual estaría organizado y planificado, “bajo la base de una diferenciación progresiva de centros de enseñanza metódicamente graduados, según las aptitudes y vocación de los miembros de la comunidad.

”4 Tal como puede advertirse, encontramos en Larroyo una convicción de que la educación resulta una experiencia de inmersión cultural. Desde esta premisa, educar tiene que ver con la adopción de bienes culturales que sólo la humanidad es capaz de producir.

De acuerdo con esto, la Escuela Unificada “reabsorbe coordinadamente” desde los jardines de párvulos hasta la educación superior, abarca por lo tanto, “la escuela básica o elemental primaria para la tercera infancia tanto rural como urbana, la campaña de alfabetización, la segunda enseñanza; con sus modalidades, las escuelas normales, las escuelas medias, la educación terciaria para la juventud, la escuela superior de agricultura y ganadería, el IPN, la Universidad, la escuela Normal Superior, las Instituciones de formación educativa para postgraduados” Y todo ello para lograr la mexicanidad la cual presupone una “homogeneidad de cultura y de voluntad colectivas.

” El maestro juega entonces un papel fundamental como “agente social encargado de educar e instruir al pueblo”, por lo cual tienen una “importante significación para el Estado Mexicano”. De ahí que la unificación de la enseñanza normal sea garantía de la unificación de la enseñanza nacional, creando un verdadero sistema de educación pública. Producto de esta política fue la creación de la Dirección General de Enseñanza Normal, su primer director fue Francisco Larroyo, quien ya antes había colaborado con Torres Bodet como director del Instituto Nacional de Pedagogía en 1945.5

En aquella época era preciso discernir las carencias de la población mexicana y salvarla a través de la educación. El concepto de cultura acaece como fundamento que sustenta el potencial trabajo de formación y enriquecimiento del educando.

La persona se transforma en persona entronada en el mundo de la creación de bienes culturales, lo hace parte, lo implica Larroyo lo sabe de sobra, el reto involucra a las personas en su transformación y enriquecimiento mediante la educación: “Una escuela que produzca manos más prontas, dedos más hábiles, sentidos mejor ejercitados para que el educando sea consciente de los objetivos y rendimiento de su acción, cuando realiza un esfuerzo por sí mismo, dirigido a la producción espiritual o manual.”

6 En conclusión, cada puesto en el servicio público lo atiende Larroyo a partir de un esfuerzo por generar el fundamento filosófico que conceda una visión panorámica y estratégica del problema. Larroyo es un gran intelectual en muchos sentidos. A fin de cuentas, pertenece a esa estirpe de lustres servidores jerezanos inventando una nueva patria.