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CONFLUENCIAS

Arturo Gutiérrez Luna Unidad de Estudios Jerezanos

CULTURA HUMANISTA

La exigencia de que todo hombre sea elemento activo en las tareas colectivas del bien social, es una exigencia ética que reclama, paralelamente, medios económicos de vida suficiente. Francisco Larroyo

La dificultad

Un distinguido jerezano me ha planteado en días pasados si los textos son todos inexplicables. Puede pensarse que la propia temática de que se ocupa el intelectual jerezano reclama una exposición cuidadosa. Desde una perspectiva académica, el investigador enfrenta una grave dificultad ante la abundante producción del ilustre filósofo jerezano Francisco Larroyo.

Es la dificultad propiciada por la diversidad temática; en todo caso, dificultad originada por la profunda estructuración de su discurso cargado de un pensar fuertemente persuasivo y argumental. De acuerdo con estas consideraciones, puede y debe salvarse la dificultad señalada con la lectura atenta, con el encuentro ante sus ideas, frente a su obra intelectual, sólo queda la conversación inteligente que piensa su ideario. En este sentido, el examen de su obra resulta con creces en una aventura del pensamiento. Por ello los textos de filósofo jerezano invitan a una reverberación de la duda. Una atmósfera dubitativa envuelve sus líneas. Duda; hace dudar. Son escritos mediante los cuales se incita al lector a profundizar en los fundamentos de sus dichos.

La cadencia persuasiva

Muchas generaciones han estudiado apoyados en los libros preparados por Larroyo con probado rigor en cuyas páginas se aprende directamente doctrina, teoría e, indirectamente, retórica. El jerezano ilustre destaca por la dinámica y rigurosa cadencia de libros imprescindibles para comprender las ideas de todos los tiempos que mueven al mundo.

Francisco Larroyo representa un pensador que genera su obra en prenda, como si se tratara de su arma de cargo. La mantiene aceitada con la reflexión de la enésima temática a la cual aborda con el mismo rigor que las entregas previas. De alguna manera representa al intelectual dedicado a las ideas, su propagación y su discusión.

¿Por qué semejante afán inquisitivo? ¿A qué tanto pensamiento? La pregunta por las cosas permea en cada entrega del filósofo jerezano.

Es autor de las ideas, cuya fragua reclama el máximo esplendor expositivo y la estructuración más distintiva. Después de muchos años, Larroyo se recordará como el gran filósofo jerezano instigador de las más sutiles conversaciones con conocimiento de causa y discusiones informadas.

De tal suerte que la mística desde la cual se propone editar revistas radica en la creación de un bien cultural. Francisco Larroyo ha fraguado una obra enfocada en el encuentro de las ideas y la conversación que pugna por la comprensión y la discusión libre. Humanista de abolengo, el intelectual jerezano, inaugura la duda ante el mundo circundante.

Lo fascinante de la escritura del filósofo jerezano es que abunda en el sombro y advierte la necesidad de sumirse en el flujo dubitativo entre libros y sucedáneas disquisiciones. Es un autor escrupuloso de las ideas echadas a volar con alas de libertad y retórica.

De suerte que una visión estratégica de parte del intelectual jerezano es concebida en textos como “Dinámica de la cultura”, donde apunta la premisa de que la humanidad crea y se recrea en la cultura.

El hombre es hombre por su existencia cultural. La cultura es creación, expresión y definición del hombre. La cultura es peculiar producto de la vida humana. En la cultura y por la cultura se realizan las más hondas esencias del hombre. Algunos suelen, con equívoco manifiesto, contraponer la cultura a la vida. Nada más inocuo. La vida humana, que es vida histórica, posee formas intrasferibles, propias. Esas formas de la vida son las formas de la cultura

Desde esta perspectiva, la cultura hace al hombre, lo humaniza, en la media en que lo enfrenta con su siglo hasta el grado de plantearse la invención de salidas al laberinto de la circunstancia. Conforme con Larroyo, es pertinente reivindicar la visión kantiana según la cual la persona ilustrada muestra estadios de desarrollo del tipo; condición de minoría de edad y condición madura. Así, el hombre es el fraguador de la cultura y la cultura lo reinventa conforme se imbuye de su atmósfera. Desde esta perspectiva, la cultura toca al hombre porque en ella se crea y se recrea.

Cuando un pueblo logra desarrollar sus vigorosas e íntimas posibilidades, crea un señero estilo de vida. Su plástica y su literatura, su ciencia y su técnica, su moral y política, sus ritos y creencias religiosas exhiben, en conjunto, un aire de familia que lo diferencian de todos los demás pueblos. Una es la cultura egipcia, otra la hebrea, para ejemplificar con dos pueblos pertenecientes a una típica y prolongada época de la historia universal.

Tal como puede advertirse, el poderoso despliegue intelectual de Larroyo atestigua la determinación de asociar su pensamiento con la circunstancia. Si atreve la reflexión sobre el mexicano, lo piensa como una medida para estructurar un horizonte de análisis que dé respuesta a sus potencialidades de desarrollo, por encima de sus probables limitaciones.

Una posible conclusión

A fin de cuentas, el aporte de Francisco Larroyo a la filosofía mexicana conocido como personalismo crítico permanece a la sombra de su obra, todavía a la espera de una sustantiva evaluación.