Navegar / buscar

CONFLUENCIAS

La fiera no se da punto de reposo. Judío errante sobre sí mismo, describe el signo del infinito en tan maquinal fatalidad, que con su cola, a fuerza de de golpear contra los barrotes, sangra de un solo sitio López Velarde

Atisbos

El tigre del absurdo acecha, duda, improvisa, inventa ingenios, mientras come su pasado antes de que rasgue el cielo con el furor de su obra. La bestia del absurdo es libre y obtusa. Devasta por igual a su alrededor a desprevenidos y cautos.

La reflexión sobre el insigne poeta jerezano universal resulta inagotable en la medida en que nuevas vetas refulgen y son consideradas a la luz de sus producciones previas. El minutero (1923) constituye la puesta en cuestión de muchas de sus entregas del poeta jerezano.

El minutero redunda en una importante obra abierta a la modernidad. El libro se conforma por entregas a la historia, a la cultura, al arte y las letras, mediante el ejercicio de la crítica. Una obra en que su autor alienta la creación y la crítica que afilan sus armas en devaneos, divagaciones, tentativas y afinidades.

En sus álgidas páginas resuena la modernidad en tono batiente. Cultura y tiempo convergen en sus “renglones temerarios”, como llama el poeta a sus divagaciones. López Velarde arde con la urgencia de la valentía y va fraguando en sus líneas la conciencia sobre su tiempo, una cultura en torno de su contexto.

De tal suerte que siempre quedará la duda de los renglones temerarios suplidos por el poeta jerezano como dádivas de su corazón. No deja de ser interesante encontrase con López Velarde a la luz de la cultura y la política. Pensamiento e incisión en su siglo aparecen para dar cuenta de los rasgos distintivos de esta obra.

El lector accede en estas páginas a la escritura de una creatividad más allá de lo ramplón y que huye del sentido común, como los rasgos singulares de su literatura. Ya sea por las imágenes contundentes con las cuales hace resplandecer la realidad evocada, López Velarde abunda cautamente en la conciencia de las cosas. Quiere rescatar el extravío del espíritu de las cosas.

Escribe a tientas. Dice a regañadientes. Todo por el afán de cautela. Con cada entrega a la prensa, apunta y yerra en la captura directa y acaba siempre en evocación alterna y precisa en su singularidad.

Entretanto la mecha del querer siga temblando con su juego en alguno de los involucrados, ha de guardarse un severo respeto, por el bien de ambos, del amor.

Algunas sutilezas

Gracias a la complicidad de amigos del poeta, El minutero llega refulgente a ver la luz en la galaxia de la literatura, sin que nadie se percatara de que con ello otra vez el poeta fundaba una galaxia en sí misma. Con acierto, José Emilio Pa- checo ha observado que López Velarde crea su obra como una pieza circunscrita a la curvatura de la imaginación:

en el campo literario no existen líneas rectas sino espirales y curvas: una simplificación tan arbitraria como esta oscurece irresponsablemente los méritos de la prosa de El minutero.

Por su parte, Gonzalo Celorio ha señalado con acierto que:

sus temas, sus ámbitos referenciales, sus preocupaciones ontológicas y metafísicas, en cambio, provienen de la más rancia tradición provinciana y del rigor religioso del seminario en cuya austeridad fue formado.

Tal como constatamos en El Minutero, la obra del poeta jerezano universal se despliega en una purga contra el adjetivo, en oposición al lugar común, al filo de la invención inusitada, propiciando con ello una escritura siempre al borde de la originalidad como experiencia de perspectiva.

El poeta quiere mirar de otra forma las cosas. Según reflexionó Villaurrutia, López Velarde escribe entretanto que danza:

Pocas veces existe entre la poesía y la prosa de un mismo autor una relación tan precisa […]. La prosa de El minutero es una prosa de poeta. Con ello quiero decir que conserva el desinterés, la gratuidad y aun la música que son más del terreno de la poesía que del campo de la prosa […]; no es una prosa que camina, sino una prosa que danza.

López Velarde adopta la prosa poética como fórmula expresiva capaz de dar cuenta de su sensibilidad.

Libro circunscrito a la compresión de su mundo, ceñido con tal de resguardar la fidelidad al entorno establecido a partir de una sensibilidad poética. En todo caso, susceptible de alentar miradas alternas de esa realidad. Libro adscrito a la libertad y sus artilugios, El Minutero constituye una composición que apuesta por la divagación y la tentativa. Texto alado a ras de suelo.

Prosa poética libre que baila alrededor de prejuicios, en torno de dogmas y en medio de una resistencia a simulacros de toda índole. Hábil escritura que se sabe circunstancia azarosa, referencia dinámica, evocación inasible y tanto afantasmada como astuta y sutil.