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 Cofradias de leales

– Jaime Santoyo Castro

La lucha por el poder, que se supone debía de ser una contienda entre quienes aspiran a servir a la población, sustentados en ideales, en amor por su tierra y por su gente, y en el conocimiento de la problemática y las aspiraciones populares más allá de los intereses de los factores reales de poder y haciendo a un lado a los grupos de presión, en su mayoría se ha convertido en una lucha de unos grupos contra otros, poniendo a la mayoría ciudadana en medio, algunos como espectadores, otros haciéndoles el juego a algunos, y otros simplemente ajenos.
Para la democracia eso es una gran desgracia, porque está diseñada para darle al ciudadano igual oportunidad de pensar, de decir y de votar, pero también de aspirar y de figurar, y de enarbolar y de alcanzar la oportunidad de servir a los demás, porque es el gobierno del pueblo para el pueblo, no el gobierno de un grupo para ese grupo.
Si un partido gana una elección, la que sea, el que encabeza el triunfo le da las mejores posiciones a sus cuates, a la gente de su confianza, o en el mejor de los casos, a la gente de su partido, con exclusión de los integrantes de otro partido o de otro grupo. Se trata de avasallar, en algunas ocasiones de someter, o simplemente de bloquear a todo aquel que no sea del agrado del triunfador.

Así tenemos que en cada lugar hay una especie de cofradía de leales, que, válgame la redundancia, son leales entre ellos, aunque sean desleales a la población mayoritaria que los eligió. Se olvidan de la gente para dedicarse a “gobernar” para ellos, lo que implica pago de favores y de compromisos y acomodo de familiares, amigos, novias y novios, a más no poder, para ayudarlos, y en algunos casos para dejarlos hacer.

Hay dos formas de hacer política: Una es incluir al otro, sobre todo al adversario, aprovechando sus ideas, sus propuestas, su experiencia, su capacidad y/o su prestigio y la otra es de exclusión, generando cofradías de leales y haciendo a un lado a todo aquel que no piensa como tú, que no cree en lo mismo que tú, que no te rinde pleitesía, que no te asume como parte de tu equipo, de tu corte.
Estas cofradías de leales son proclives al poder y no al servicio de los demás; y por tanto, en cuanto se acaba el poder, se termina la lealtad, y se cambia de cofradía en la medida de los intereses de los cófrades, no en la medida de los intereses de las mayorías y eso lo vemos a diario proceso tras proceso.

La política de inclusión, en cambio, no aniquila ni bloquea a quien piensa de otra manera; suma coincidencias y aprovecha ideas y propuestas diferentes pero atinadas, para integrar planes, programas y equipos orientados a alcanzar objetivos de beneficio general; se coaliga para el beneficio común. Por ello recobra cada día relevancia la figura de la coalición como instrumento eficaz de gobierno, porque propicia una política de unidad, de disposición al diálogo, a la vez que da gobernabilidad. Une causas y suaviza las diferencias. Propicia armonía y paz social.
La reforma constitucional de 2014 incorporó la figura del gobierno de coalición en nuestro país, pero no se ha logrado la legislación secundaria que reglamente y clarifique el camino para su operación. Ojalá y pronto se logre concluir para evitar las dañinas cofradías de leales.