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ALTA PRESIÓN

Antonio Sánchez González, médico

Las personas con presión arterial alta corren el mayor riesgo de problemas de salud que les generen incapacidad permanente y muerte prematura; según la Organización Mundial de la Salud, fumar es el segundo mayor peligro y el consumo de alcohol es el tercero. Entre los jóvenes, el hábito de beber es la causa más probable de discapacidad y muerte.

La hipertensión conduce a enfermedades cardiovasculares, nefropatía terminal, derrames cerebrales y otras patologías que matan a millones cada año. La presión arterial se ve afectada por una amplia variedad de factores que incluyen la genética, la edad, la dieta, el ejercicio, el estrés y otras enfermedades crónicas como la diabetes. Los hombres son más propensos a tener presión arterial alta que las mujeres, y la mayoría no sabe que tiene la afección porque no tienen síntomas: no, la hipertensión no causa mareos, vahídos, brincos, palpitaciones, dolores ni zumbidos, por eso hay que medirse la presión arterial regularmente y por ello se le llama “asesino silencioso”.

A fines de 2017, después de 2 años de deliberaciones, los principales expertos en salud cardiovascular de mundo hicieron más estrechas las pautas para el diagnóstico de la presión arterial, un cambio que aumentará drásticamente el número de adultos que deben ser considerados hipertensos en el mundo, con la esperanza de que sus médicos aborden más pronto y más rigurosamente esta condición mortal.

Estos expertos, liderados por la American Heart Association, el American College of Cardiology y otros grupos científicos, redefinieron la presión arterial alta como una lectura de 130 sobre 80, por debajo de los 140 sobre 90 que antes aplicaba. El cambio, el primero en 14 años, significó que, por ejemplo, el 46 por ciento de los adultos estadounidenses, muchos de ellos menores de 45 años, ahora serán considerados hipertensos. Según la guía anterior, el 32 por ciento de los adultos estadounidenses tenían presión arterial alta. Más o menos a la par, las encuestas mexicanas dedicadas a medir la prevalencia de hipertensión en México a partir de lo que reportamos los médicos que ejercemos en el país mostraron una supuesta reducción en el número de mexicanos con cifras de presión arterial por encima de las consideradas normales y en ellas destacan dos datos: el número total de mexicanos hipertensos bajó y entre los hipertensos la mayoría tiene buen control de la enfermedad.

La modificación de las guías de diagnóstico fué un reconocimiento tácito de hechos que los médicos ya conocíamos: que las presiones sanguíneas que en el pasado pensábamos que eran normales o las llamadas prehipertensivas en realidad ponen a la gente en riesgo significativo de enfermedad cardíaca, incapacidad y muerte. La hipertensión está íntimamente ligada a riesgo de morir por infartos y hemorragias cerebrales.

No está claro cuántos de los que caen en la nueva categoría de hipertensos necesitarán medicación. Quienes se encuentran en las primeras etapas de la enfermedad podrían abordarlo a través de cambios en el estilo de vida, como perder peso, mejorar su dieta, hacer más ejercicio, consumir menos alcohol y sodio y reducir el estrés. Sin embargo, no es predecible cómo se puedan modificar las tasas de pacientes que reciben tratamiento insuficiente o incumplen con el mismo.

Irónicamente, una de las razones por las cuales no se habían modificado estas guías de diagnóstico y tratamiento es porque ahora los medicamentos no son tan rentables como otros, dedicados a otros padecimientos. La mayoría de los medicamentos para la presión arterial tienen versiones genéricas y pueden ser tan baratos como unos pocos pesos al mes. Otra barrera es la renuencia de algunos médicos y pacientes a usar medicinas cuando una persona con presión arterial alta parece estar sana porque no tiene síntoma alguno -recuérdese aquello del “asesino silencioso“-.

Hace unos días se publicaron las cifras de muertes por enfermedades crónicas en los países de la OCDE: irónicamente, también, México es el único entre ellos en el que aumentaron las muertes por enfermedad cerebrovascular.