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Agredir a tus mujeres

– Antonio Sánchez González, médico

 

Durante demasiado tiempo las mujeres han estado solas. En lo que respecta a la violencia contra las mujeres, muchos de nosotros todavía creemos que es «solo» un problema de mujeres.
La violencia sexual y física a manos de un hombre afecta una asombrosa mayoría de las mujeres mexicanas en algún momento de sus vidas. Eso es una cuarta parte de los ciudadanos mexicanos. Ciudadanos. Gente que le da sus trabajos a nuestros políticos.
La violencia de los hombres contra las mujeres también golpea los bolsillos del país: el costo directo para los contribuyentes por la atención médica, la respuesta policiaca a la violencia, los tribunales, cárceles, trabajadores sociales y refugios para las mujeres agredidas se ha calculado en 5800 millones de pesos anuales. El costo total para la economía mexicana de la violencia contra las mujeres y las niñas, incluido el tiempo de trabajo perdido no ha sido estimado, pero seguramente pueden elegirse mejores formas de gastar ese dinero.
La violencia de los hombres contra las mujeres representa un costo terrible para los niños de la nación. A partir de una investigación reciente de neurocientíficos mexicanos se infiere que los 750000 niños que presencian tal violencia cada año en México tienen déficits marcados y mensurables en el desarrollo de sus cerebros, particularmente cuando el abuso que atestiguan (o sufren directamente) está en curso y sobre todo si sucede cuando son muy jóvenes. Si el trabajo de los gobernantes es construir un futuro fuerte para el país, estos millones de niños deben estar en sus mentes. Hay muy pocos problemas que tienen un efecto tan profundo y a tan largo plazo en tantos mexicanos. Resulta sorprendente que este problema no haya sido un tema en la reciente campaña presidencial.
Y esto es un gran problema para los hombres. No solo para esa minoría considerable de hombres que usan la violencia en sus relaciones con ellas, sino para la mayoría de los hombres que nunca han sido violentos contra las mujeres, pero que han permanecido en silencio. ¿Por qué debería preocuparnos ese silencio? Es porque los niños miran a los hombres, y los hombres buscan a otros hombres para definir lo que significa ser un hombre. Entonces, si nos callamos frente a las bromas sobre violación o las imágenes degradantes de las mujeres en los medios, cuando un amigo o hermano abusa de su esposa, o cuando vemos acoso sexual en nuestro lugar de trabajo o aula, entonces los niños y los hombres se asumirán nuestro silencio como consentimiento.
No estoy hablando solamente de asumir una culpa colectiva. Los mexicanos, y los zacatecanos, deberíamos ver la abolición de la violencia contra las mujeres como un compromiso con las mujeres que son parte de nuestras vidas -las de cada uno- para que sepan que estamos trabajando juntos por un mundo sin violencia contra ellas. Hipotéticamente, entonces, cuando los hombres mexicanos empecemos a hablar en contra de la violencia, no estaremos solos.
En este contexto, está muy bien que por iniciativa del ejecutivo se declare un estado de excepción en Zacatecas contra la violencia de género, pero llegamos hasta aquí porque antes faltó trabajo de otras instancias gubernamentales: consulta con colectivos de mujeres y otros para desarrollar kits de herramientas que pudieran brindar consejos prácticos, publicidad masiva y trípticos a escuelas, lugares de trabajo, autoridades locales, instituciones religiosas y clubes deportivos para propiciar el repudio de hombres y niños contra los que son violentos con sus propias mujeres. Es una iniciativa de bajo costo que podría tener un gran impacto local, incluso en un momento de recortes presupuestales.
Este es un tema en el que los gobernantes pueden inspirar a la nación al hablar con una sola voz: independientemente de los temas importantes y las afiliaciones partidistas. Alzar la voz para poner fin a todas las formas de violencia contra las mujeres: abuso emocional, agresión y tráfico sexual, violencia doméstica, acoso sexual en el trabajo y asesinato.
Durante demasiado tiempo, las mujeres han estado solas, han sufrido y han resistido heroicamente solas. Todos le debemos a las mujeres, nuestras madres e hijas, nuestras hermanas, esposas y amigas, hablar y trabajar, como mujeres y hombres, para poner fin a esta injusticia.