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24 De Febrero

Antonio Sánchez González. Médico.

El 24 de febrero de 2022, el día en que Rusia invadió Ucrania, permanecerá en nuestra memoria como la fecha del 11 de septiembre de 2001. Veamos en ellas las dos fechas más importantes del inicio del siglo 21. Son fechas que marcan el tiempo, abriendo una era. Dice Jacques Bossuet que una era es un tiempo marcado “por algún gran evento con el que el resto está relacionado”. Este evento marcó la pauta para los años que vienen. Descubrió un nuevo panorama político y mental, cuya posibilidad nadie sospechaba hasta entonces, como si uno hubiera cruzado la línea del horizonte: aquí están los hitos modificados, las convicciones cambiadas, los paradigmas de cabeza.

Los efectos del 24 de febrero no anulan los del 11 de septiembre: los corrigen y refuerzan. El 11 de septiembre fue la epifanía de la primera figura del enemigo personificado, el islamismo; el 24 de febrero, la segunda figura es la del imperio autocrático. A ambos no les importa lo que apreciamos: la vida humana, la soberanía popular, la independencia de los pueblos, los derechos de las naciones: no les importa la libertad. Para ambos, los hombres no son fines, sino medios. Si Rusia es el imperio, Occidente es un mosaico de naciones. ¿Por qué la opinión pública de este lado del mundo empatiza con los agredidos? Debido a que se identifica con el sentimiento nacional ucraniano, se reconoce en él, rechaza instintivamente el imperialismo. El 11 de septiembre sonó la sentencia de muerte de la ideología del fin de la historia, el 24 de febrero sonó la sentencia de muerte de la imprudencia de la cultura occidental procedente de los ideales de la Revolución Francesa. Nosotros, la gente del occidente, ya no podremos vivir como antes.

Cornelio Castoriadis decía que toda la política viene de una ilusión. Después de 1945, la de Occidente estuvo dominada por una antropología optimista, que implicaba la convicción de que el desarrollo económico y la prosperidad eliminarían las causas de los conflictos y que la memoria del pasado neutralizaría el deseo de recurrir a las armas. Y que, en el mediano plazo, como querían Marx y Engels, la política sólo sería la gestión del bienestar cotidiano. Desde este punto de vista, los propios liberales eran marxistas sin saberlo. Toda esta panoplia de presuposiciones, que confundían la realidad con el deseo, e ignoraban, a pesar de las advertencias de Freud, también la naturaleza humana de la cual uno tiene buenas razones para pensar mal.

Muy curiosamente, este optimismo ingenuo sobre la naturaleza humana se fue extendiendo a medida que avanzaba la descristianización. En Occidente nos contagiamos de amnesia, olvidando lo que justamente apreciamos, la herencia conjunta del judeocristianismo y la Ilustración: la libertad, la ley, el respeto a la vida privada, la autonomía del individuo, la preocupación por el otro, la separación de poderes, la democracia. Durante las décadas de paz y prosperidad, esta amnesia finalmente nos debilitó espiritualmente. México es un ejemplo dramático de ello.

La analogía nunca es más que un medio de observación. Los ucranianos nos recuerdan a los franceses de junio de 1940. Donde la división del país evoca la línea divisoria entre la tiranía y la libertad. Revive en la memoria a Pétain y De Gaulle. Donde su resistencia recuerda a la de éste. ¿Qué identificamos en esta resistencia? Lo que salvó a Occidente: el rechazo de la invasión, el apego a la tierra y a la patria, el sentido del honor. ¿Qué sentimientos salen de ella? La de fraternidad entre pueblos y la de una comunidad en peligro. Esta cercanía no depende de la emoción provocada por las imágenes televisivas y las historias en las redes sociales.

El apoyo a Ucrania es un testimonio de que nuestros pueblos no quieren un mundo sin naciones. Veamos a Europa, que soñaba consigo misma como un vasto supermercado despreocupado y postnacional, atrapada en la historia de la cual hoy es trágico ingrediente esencial y levadura. Esta invasión le suena como una anamnesis. Sus dirigentes habían olvidado que lo suyo era formación espiritual que conlleva responsabilidad política. La maroma en la historia causada por esta volte des temps es la siguiente: Europa, tolerando los sacrificios económicos, vuelve a la primacía de la primacía de la política. Este es un evento tan significativo como la misma invasión de Ucrania.