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15 años de una moderna tradición

– Por Ricardo Evodio Cabral Vera

La fiesta de la Jerezada llega a sus 15 años de edad; se dice fácil, pero lo cierto es que el evento ha tenido que sortear toda serie de circunstancias y vaticinios de que no pasaría más allá de una aventura y que incluso otros poderes alternos podrían hacer declinar la idea en poco tiempo.

Así sea a gritos y a sombrerazos se mantiene; la de este fin de semana debería ser la edición número 16, si con humildad los organizadores reconocieran que la de 2003 sólo se cambió de fecha, no se suspendió; oficialmente es la décimoquinta.

El gran mérito de la peña ha sido subsistir como organización y en ello mucho ha influido la Jerezada, pues tal vez de no existir este evento, hubiera sido una organización temporal, como muchas otras que hoy se conforman y al poco tiempo nada se vuelve a saber de ellos.

A lo largo de estos 15 años y tres más, si nos remontamos a la conformación del grupo, éste ha registrado muchos cambios de integrantes, varios han fallecido, otros emigraron, algunos de los que tomaron protesta en el graderío de la plaza de toros como integrantes fundadores, fueron declinando desde los primeros meses, otros se han sumado a lo largo de estos años.

Seguramente han existido los desacuerdos naturales de toda agrupación, e incluso intereses particulares que a otros los han orillado a retirarse, pero indudablemente, la celebración de la Jerezada, es un motivo de unión.

Por ello si bien decíamos que el evento ha tenido que sobreponerse a toda clase de circunstancias y obstáculos, también es importante señalar que ha logrado subsistir a pesar de la propia peña, de repentinas manifestaciones de soberbia y a veces arrogancia por parte de algunos integrantes (no todos por cierto); de diferencias internas de diversa índole, discusiones y deserciones que seguramente se han registrado y que además son naturales.

Ante las nuevas situaciones que se presentan, la peña tiene hoy un doble compromiso, mantener el festejo que parece llegó para quedarse y que en apariencia no corre mayor peligro que las grillas a las que queriéndolo o no, se han tenido que acostumbrar.

Pero por otro lado, hay que volver al origen, al propósito inicial que motivó el nacimiento de la agrupación y que fue el dignificar la fiesta brava.

Este segundo compromiso cobra doble importancia, ante el surgimiento creciente de voces que pugnan con insistencia en la cancelación de espectáculos con animales y por consecuencia están en la mira los festejos taurinos en diversas partes del país.

Indiscutiblemente, se debe asumir siempre una postura de respeto, pero nunca de menosprecio, porque el movimiento puede crecer y si desaparece la fiesta, por añadidura será también el fin de la Jerezada.

En este caso la declaratoria de la fiesta como patrimonio inmaterial e intocable, podría resultar insuficiente si no se comienza por la dignificación de la fiesta brava. De ello hay mucho que hablar, pero ya lo harán los expertos en el tema.