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¿Y la música?

Por Irene Escobedo

Cuando el gobierno federal asumió como un rescate, el proyecto de Orquestas Esperanza Azteca, se especuló que el ahora nuevo modelo de educación musical de escuelas de tiempo completo achicaría totalmente al impulsado por Ricardo Salinas Pliego. El modelo operado por Fundación Azteca implicaba la operación de por lo menos una orquesta por Entidad, instrumentos en comodato para los niños y el compromiso del Estado para dotar de un espacio educativo idóneo para la práctica musical, amén de la proyección.

Con el proyecto Zacatecas fue la última entidad en fundar una Orquesta Esperanza Azteca, el gobierno del Estado ‘se tardó’ en resolver si aceptaría un convenio que si bien implicaba recursos, también significaba un avance sustantivo a nivel cultural para el Estado, que hasta antes de la Esperanza Azteca y a pesar del peso cultural que implica, pésele a quien le pese, fue y ha sido la única Orquesta Sinfónica que hemos tenido, con más de 100 músicos y otros tantos coristas.

Si bien es cierto, por razones presupuestales que vienen ya condicionadas desde la federación, o por limitaciones también del Estado, la Orquesta Azteca –llamémosla así- está en riesgo de extinción, tanto como la nueva escuela mexicana –discurso aparte- y no hay a quien le interese que la Orquesta como tal siga vigente. Hay más bien intereses que ruegan por el ocaso de éste y cuanto proyecto musical importante se geste fuera de la batuta de quienes históricamente –con nepotismo y todo- se les ha permitido decidir qué música suene en Zacatecas, y hasta quien la dirija y ejecute.

Ya en algún momento, a puertas cerradas, no poco músicos zacatecanos dispersos por el país y el mundo: Solistas, concertistas, directores, tuvieron la intención de manifestarse, para que algunos espacios a nivel de dirección, sean abiertos al mérito pues “el nepotismo violenta el derecho humano de acceso a funciones públicas de todos aquellos que se ven privados de oportunidades para competir justamente por un cargo público.”

Nadie discute que el prestigio de agrupaciones que operan con recursos del Estado esté respaldado por el trabajo honesto de quienes los encabezan, pero nos siguen dejando cortos, pocos conciertos, más nepotismo y nada en el plano de la formación de públicos. En la entidad, los públicos se educan bajo la marcha, pero la marcha de Zacatecas.

Aquí se precisa que dejen el espíritu de burócratas y pasen del acompañamiento en actos gubernamentales y comiencen a retomar la proyección que el caso amerita. Salir a realizar más conciertos, que comiencen a pensar en una labor también en el campo didáctico como lo hacen todas las Orquestas del mundo. El Festival Internacional del Folklor, por citar otro ejemplo, ya debería ser también del Folklor y de la Música. Pero nadie se apropia.

Pretender ser el ombligo y corazón de la música, implica algo más que querer serlo.

Siendo la autoridad que es nuestro Estado en materia cultural, nos hemos visto hasta rebasados por la OSA de Aguascalientes y los tamborazos en las esquinas, nuestros músicos-servidores públicos se fueron a dormir, nada de streaming, ni de conferencias online, no los hemos visto ni escuchado. ¿Y la música? Quizás para la otra.