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Todos los días Día de la Tierra

Amparo Berumen

La Tierra es suficiente para todos,

pero no para la voracidad de los consumidores.

Mahatma Gandhi

Hace miles de años los antiguos griegos celebraban el espíritu de la Madre Tierra, que se hace evidente de muchas maneras. ¿Desde cuándo el concepto tierra como una totalidad integrada a nuestro espíritu, existe en la mente humana? Piénsese tan solamente en las voces ocultas de un bosque; en la misteriosa hondura de un cañón con la extensión de sus imágenes y sus verdes insignes; en los latidos bajo nuestros pies al caminar la tierra que nos conmueven profundamente… El vino del fruto de la tierra, el pan de las espigas de la tierra, el alimento esencia de vida que brota de ella nos entreteje en una red sagrada e indisoluble. Células de vida de esta inmensa consagración…

A lo largo de los siglos la figura de la Madre Creadora, la Madre del Maíz y otras advocaciones, han emergido del concepto universal de la Madre Tierra, porque a través de la Naturaleza se experimenta la expresión divina de la Creación, de la fecundidad como fuente de amor perpetuo. En este contexto, las tradiciones sapienciales en todas las culturas del mundo, han conservado sus mitos y rituales utilizando el suelo sagrado como fundamento de su cosmovisión. En la India se practica el Ayurveda, sofisticado método de medicina que en sánscrito significa “la ciencia de la vida”, en el que la dieta, las hierbas y los aceites benéficos se lían a la meditación, al yoga y a otras disciplinas, buscando que las bioenergías del cuerpo alcancen el equilibrio.

En el mágico Reino Maya de la antigüedad, el dios alquimista Ixmucané experimentó con toda clase de alimentos, “para descubrir en el maíz, la sustancia que permitiría al género humano subsistir a pesar de los terremotos, las inundaciones, o la erosión de las tierras taladas”. Los nahuas le llamaron tzintli o Atzintzintli, así consta en los antiguos códices. Tzintla deriva de las voces iziz centli, que en huasteco quiere decir “grano de hormiga” porque, de acuerdo a la leyenda, el maíz fue descubierto cuando unas hormigas lo llevaban a su hormiguero. El texto tolteca de la creación cuenta que tras varios fracasos en el intento de crear al hombre, el propio Quetzalcoatl se transformó en hormiga negra, para llevar a su territorio el grano de vida que la hormiga roja de los huaxtecas había descubierto.

En el antiguo escenario del noble suelo mexicano, muchos productos alimenticios del indio prehispánico tuvieron, y tienen aún hoy, significativa trascendencia. Como en los hogares de aquel tiempo, en la cocina actual perdura la mayoría de estos laboreos, cual reflejo fehaciente y esmerado de nuestros usos y costumbres.

En el año 7000 a.C. había iniciado en América el cultivo del maíz. En el año 5500 a.C. inició la recolección del chile y del tomate verde, y germinó el zapote. En el año 3500 a.C. se encontraron los primeros vestigios de frijol cultivado, y en la mesa de nuestros ancestros aparecieron las semillas de calabaza y el mezquite. En el milenio siguiente quedaron registrados la yuca, el nopal y las tunas, la guayaba, los huauzontles, y el prócer maguey llamado por Humboldt “viña de los pueblos aztecas”.

Entre estos múltiples cultivos se encuentra también el acahual o girasol, planta rebautizada como gigantón o maíz de tejas que, por ser originaria de México, fantasea rebosante en nuestro territorio. Se le ha llamado girasol porque su corola gira a lo largo del día de cara al Sol, dándose las flores en cabezuelas hasta de cincuenta centímetros de diámetro. El girasol se conoció en España desde el siglo XVI, pero no fue sino hasta 1833 cuando se dio su cultivo en el Viejo Continente, y en Rusia en la provincia de Saratov. Como adoradores magnánimos del Sol, los incas reverenciaron esta flor creyéndola enamorada del astro rey. Que la flor bienhechora del girasol nos sirva de instrumento para agradecer a la Madre Nutricia, a la Madre Tierra, todas sus bendiciones.

amparo.gberumen@gmail.com