Navegar / buscar

Tampico

Amparo Berumen

La ciudad es como una casa grande.

Rafael Alberti.

Eran las ocho menos doce cuando puse el pie en la oficina. Instintivamente encendí las luces que enfocan la cubierta del escritorio e hice clic al control del aire acondicionado, cuya leve asonancia me dice que la atmósfera hará grata la tarea de este día en que mi entendimiento se rehúsa a hilvanar las ideas. Un toc toc lleva mi vista hacia la puerta donde aparece sonriendo la señora que prepara el café cada mañana. Se llama Victoria, y hace honor a su nombre porque al colocar sobre mi escritorio una taza de café recién hecho, el aroma impregna la estancia y el fuerte sabor me invita a iniciar victoriosamente mis tareas.

Disfruto a sorbo lento la bebida caliente y de pronto escucho afuera los chasquidos de una lluvia gozosa. Bajo el íntimo aroma del café cierro los ojos e imagino la humedad del puerto palpitante y nuboso, con su denso follaje. Ritmo que cambia en el horizonte lejano, en el mundo de libertad de la mar donde se deslizan millares de pececillos rojos con secretas imágenes de la fertilidad…

Alguien ha dicho que una ciudad es una marca en la geografía, una señal humana que vista desde lo alto es un punto fijo en el mapa, dotado de permanencia y estabilidad que le permitan ser referente histórico. Una ciudad y sus pobladores escriben a diario albores y ocasos; tintes cambiantes en calles y plazuelas, en casas, teatros y templos… La ciudad ríe, sueña, se desvela, es arraigo y cobijo para los que están y los que han de llegar, porque se sujeta a la tierra viendo al futuro…

Advertida desde lo alto, la costa sur de Tamaulipas se significa en mis afectos por una marca en la geografía, una señal humana que presume de su naturaleza lagunaria, de río, de mar. Aquí el alba sonríe a los pescadores de oficiosas redes, y los gozos de El Navegante se renuevan enseñoreando el venturoso aventurero andar del marinero en busca de amor. Los creadores de antes y de ahora encumbran al puerto de auríferas historias: Huastequismo, huapango, poema nostálgico.

En el trópico cálido y caliente, hasta la conciencia parece vibrar en la inconciencia, y los poetas versean a las mujeres de flamígera enagua. En esta tierra como en otras lejanas el creador se consagra a la nostalgia, a dormir con su sombra, a deambular rehaciendo en solitario su espíritu atado a lo intuitivo. Hurgando en la profundidad de lo profundo se instala en lo grande de la vida y el tiempo, pero nadie lo sabe y él lo sabe. Los instantes caminan lento yéndose sin remedio, dictándome palabras con dejos evangélicos.

…errar por las ondas en blanca espuma envuelta

y dentro nacida con movimientos delicados y alegres

una doncella con rostro no humano.

De céfiros lascivos empujada hasta la orilla.

Gira sobre una concha y parece que el cielo goza con ella… *

Imagino el puerto reinventando su imagen, desenfadado caminar de la gente por la línea del tiempo… Dragando recuerdos de mis días primeros al llegar a este suelo, visualizo las esbeltas palmeras, los crotos coloridos, los follajes pendiendo al aire. Aletean las gaviotas y desde la banca veo nuestra laguna a salvo… y se oye a lo lejos el ritmo de huapango.

Acercamiento y fuga es nuestro puerto. Es emotividad y movimiento. Esta tierra me hizo pensar cosas de visitante: veía ajenos a mí la bruma de la mañana, el mediodía candente, y eran las tardes con su viento marino una caricia nueva. Era el golfo con su lenguaje seductor, y unida a él permanezco como un loto en renuevo.

El puerto ha escrito en mi interior una historia en que la Naturalezaincita mis pensamientos. Cual propulsor de la imaginación, el baúl del sueño atesora uno a uno mis días con su caos, sus alegrías. Reverberaciones de lo inerme escapando por vías secretas que sostienen mis horas del alba y del sol poniente. Vías a veces enclavadas en el mundo de lo irreal, tal pincel cargado de color en un área del lienzo y después en otra  mostrando trazos apenas visibles…

Ante un enigma caminan mis pasos por estas calles. Quiero educar mi razón de manera que concuerde con la fuente del todo. Quiero que mi razón se funda en esa unidad. A la manera de Tolstoy empezaré a creer que es más fácil escribir diez volúmenes de filosofía que llevar puntualmente a la práctica una sola regla, no importa cuál. Tomaré a sorbo lento otro café…

*Cristalinus versos de Angelo Poliziano,

unidos al Nacimiento de Venus de Botticelli.