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Monsiváis Velardeano

Amparo Berumen

Patria: tu mutilado territorio

se viste de percal y de abalorio.

Ramón López Velarde.

En el marco de las Jornadas Lopezvelardeanas que se realizan en junio, en tierras zacatecanas, le fue otorgado en 2011 el Premio Iberoamericano de Poesía y Ensayo Ramón López Velarde, en el Teatro Hinojosa de Jerez, al poeta y académico Vicente Quirarte. Y a vuelapluma diré que hace dieciocho años, fue José Emilio Pacheco el homenajeado, y en 2014 el muy devoto Guillermo Sheridan, “hijo pródigo” conmovido de  que “el padre que lo recibe y abraza” es Ramón López Velarde.

A once años de su fallecimiento –acaecido coincidentemente el mismo día en que murió López Velarde, 19 de junio–, hoy me es necesario mencionar que en 2006 el preciado galardón le fue entregado a mi inolvidable Carlos Monsiváis. El premio lo recibió por su gran trayectoria ensayística, en la capital zacatecana. Y lo ha otorgado el Gobierno de Zacatecas a lo largo de treintainueve años a muy altos exponentes de las letras. La entrega se realizó como en otras ocasiones en el Museo Manuel Felguérez, y se mostró muy satisfecho Monsiváis al estar cumpliendo su deseo de entrar a un recinto escuchando la Marcha Zacatecas.

Sí. Carlos Monsiváis recibió complacido esta distinción que, a su decir, celebra la VITALIDAD PORTENTOSA DE LA POESÍA. Y al mismo tiempo señaló los prejuicios que han rondado la obra del ilustre poeta jerezano. “Yo sólo soy un hombre espontáneo que nunca toma en serio los sesos de su cráneo”, dijo socarronamente Carlos Monsiváis, confesando que estos versos velardeanos tomados de El perro de San Roque, habían sido el lema de su vida desde que los descubrió cuando tenía 16 años.

Para una lectura en el Palacio de Bellas Artes, días después de recibir el citado galardón, Monsiváis había seleccionado mayormente los poemas del libro El Son del Corazón, y dedicó esta lectura velardeana a su amiga Elena Poniatowska, quien se encontraba presente en la ceremonia, siendo el poeta Hugo Gutiérrez-Vega el encargado de leer la poesía en voz alta.

Al hablar Monsiváis de La Suave Patria y señalar este poema como un ejemplo de la poesía pretendidamente nacionalista, el también Premio Nacional de Ciencias y Artes 2005 acotó: “Mientras más se lee, más se descubre que todo el prejuicio se debe a malas interpretaciones. La Suave Patria no es un poema nacional, es un poema prodigioso con un tema nacional (…), es un canto a lo vivido, es una transformación de la experiencia en conocimiento estético”. Y continuó diciendo Monsiváis: “Vale la pena leerlo sin toda esa casi obligación de sentirnos provincianos (…) Es una poesía muy compleja que, para ser entendida en su momento, fue etiquetada de modo impío”.

Como lo había señalado en sus estudios y trabajos escriturales dedicados a la obra de López Velarde, Monsiváis  rechazó el reiterado nacionalismo –ya infortunadamente convertido en lugar común– con que suele identificarse la poesía del bardo jerezano, defendiendo la calidad universal de su obra: “Una de las falsedades más frágiles, a propósito de su obra, es lo que tiene que ver con la identidad nacional”.

Destacó también Monsiváis que el sentido de la patria radica en una singular sensación estética, en una concepción de las ideas que permite trazar los recuerdos y las experiencias de una forma íntima y creativa. “La patria funciona, si la poesía la expresa” –dijo. Al abundar en esta corriente del provincianismo que de manera reiterada se le ha atribuido al poeta zacatecano, afirmó que esto no es más que una etiqueta, y en contraparte sostuvo: “Hay una liberación de la provincia a través de su estatización (…) Adjudicarle lo provinciano a esa poesía es negarla”.

A modo de colofón, el declamador de la noche Gutiérrez-Vega blandió una pregunta al incuestionable conocedor de las metáforas velardeanas Carlos Monsiváis, en relación a los versos con que finaliza La Suave Patria: “Sedienta voz/ la trigarante faja en tus pechugas al vapor/ y un trono a la intemperie, cual una sonaja/ ¡la carreta alegórica de paja!”. A la manera del declamador, Sedienta voz, es una voz permanentemente sedienta de justicia; la trigarante faja en tus pechugas al vapor, refiere el tiempo en que los presidentes de la República permanecían 45 minutos en el poder, igual que las pechugas en su burbujeo; y un trono a la intemperie retrata a nuestro país viviendo a la intemperie en todos sentidos…

Vaya esta entrega en recuerdo perenne a mi siempre entrañable Carlos Monsiváis, a quien recibí gozosa en casa en dos ocasiones.

amparo.gberumen@gmail.com