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Los trabajos de los Niños

Amparo Berumen

El pie del niño aún no sabe que es pie,

y quiere ser mariposa o manzana.

Neruda.

Los afectos familiares y de amistad me han llevado una y otra vez a Xilitla. En esta tierra húmeda y hospitalaria, un rumor de brisa y canto enciende la flor de los naranjos, enciende la flor de los cafetales y las cerezas puntuales. Huasteca linda dice el verso. Huasteca exuberante que me seduce todo el tiempo y me hace volver. Un goce son sus cocinas aromadas, y mi lectura por las mañanas mientras tomo un café y las aves cantan…

Xilitla ofrece lo imprevisible. Aquí todo sucede porque así estaba escrito, porque así ha sido siempre lo mágico. Andando los cafetales y los verdes insignes, llegué al patio de una casa donde se encontraba un grupo de niñas y niños de Limontitla, Tlaletla, Plan de Juárez  y de la misma Xilitla, comunidades todas de la Huasteca Potosina. Ahí estos niños nahuas y tenec, guiados por el maestro Jorge Rello del Proyecto La Semilla, trabajaban con sonrisa imaginativa y hasta con una aparente autonomía, un minucioso mural cerámico, siguiendo la técnica ancestral con la que han hecho los artesanos sus comales, ollas y cazuelas, de los ceremoniales que perfuman las casas. Del chililite –arena sílica obtenida al quemar la piedra y molerla– que permite con su poder calórico una cocción más uniforme, y también de un banco de barro lindante al Río Huichihuayán, habían conseguido el maestro y los niños la materia creadora que daría vida al proyecto. Todo el trabajo se realizó en Xilitla: amasado, fabricación de las placas, modelado de la obra, quemado y montaje.

Bajo la pupila del maestro reinaba en el ambiente una especie de comunión, de común unión, de ilación de los pensamientos y las habilidades. Y al trabajar los niños, fue adquiriendo el mural su fuerza expresiva y cautivadora: en la primera placa veía yo imágenes de la Prehistoria y en otra la presencia de Quetzalcóatl y más allá la figura del Adolescente Huasteco. También la frondosidad endémica, los conquistadores con sus caballos, y los muros del Ex Convento Agustino eran igualmente modelados por esas manos infantiles, que en sus hechuras iban descubriendo–describiendo la cultura, la ecología, las edificaciones de la Huasteca.

Y abarcó el tema desde que Xilitla se encontraba hace millones de años sumergida en el mar, pasando por los milenarios petroglifos, la Civilización Huasteca, la época de la Conquista, el movimiento de Independencia, hasta llegar a las esculturas de Edward James en el Jardín Encantado de Las Pozas, que con su aura surrealista ha dado en las últimas décadas más realce y expansión a esta tierra potosina, repetidamente admirada y visitada por viajantes de todo el mundo.

 Todo el trabajo ha de realizarse aquí en Xilitla –me dice Jorge en nuestra plática–. Amasado, fabricación de las placas, modelado de la obra, quemado y montaje. Los antecedentes se desprendieron de una investigación que realicé con personalidades que se han preocupado por guardar la memoria del pueblo y de la región. El mural mide 2:30 metros de alto por 3:30 de largo, y han trabajado los niños con especial compromiso, concentración y calidad artística.

Una de estas personas mencionadas por Jorge Rello en nuestra charla es mi muy querido Alejandro Galí, quien me había dicho: “Los niños trabajaron arduamente, en equipos y por turnos. Y es curioso que los niños supuestamente más instruidos, los de la cabecera y de familias acomodadas, fueran los que menos trabajaron; estaban dispersos, poco creativos”. Prácticamente concluido el trabajo se dividieron las tiras de barro, ya con sus dibujos en relieve, para empezar el proceso de secado que por la alta humedad prevaleciente en esos días, se volvió un tanto difícil. Quien pudo resolver milagrosamente el problema con sus propias técnicas, fue una de las artesanas que tanto ayudaron en este trabajo. Y agrega Galí: “Veíamos los bloques sobre varillas con leña por abajo y por arriba ardiendo en grandes piras. El barro gris se hizo piedra y cambió a tonos naranjas vivos, entreverados a los amarillos, blancos, grises y negros, donde la leña y el fuego sellaron para siempre la comunión niños–mujeres–barro”.

Desde el Proyecto La Semilla, a partir de 1985 Jorge Rello imparte talleres a niños de cinco a quince años en comunidades indígenas, mestizas, pluriculturales, con dos objetivos primordiales: propiciar el desarrollo interior de los niños en sus diferentes aspectos (autoestima, expresión, plenitud, valores y socialización), y orientar episodios relativos a la familia y a la comunidad. Estos proyectos con temas sociales, culturales, y de difusión científica, han dado como resultado exposiciones, edición de libros, foros para festivales, ambientación de ferias del libro, y más.

La aislada (y afortunada) realización de estos proyectos, lo lleva a uno inevitablemente a pensar que laformación integral de los niñosha sido siempre una asignatura pendiente en las políticas culturales de nuestro país. Frente a la grave situación que estamos viviendo en nuestras ciudades, hoy quizá más que nunca es urgente la instrucción de los niños para que, llegado el momento, sepan ellos tomar mejores decisiones yevitar en lo posible lo que hoy en México estamos enfrentando.

La obra mural denominada Manos de Barro, se colocó e inauguró en un muro exterior de la casa Museo Edward James, en el centro de la hermosa Xilitla, lugar de cozoles (y de cafetales). Sobre decir que dicha ceremonia se realizó con la presencia muy complacida de los pequeños artistas, y bajo la pupila experta, vigilante, acaso conmovida, del orientador de los niños Jorge Rello. Vayan estas recordaciones hasta Ocotepec, Morelos, donde él se encuentra…

amparo.gberumen@gmail.com