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Los textos del fútbol

El fútbol es la recuperación semanal de la infancia. Javier Marías.

Amparo Berumen

Del fútbol se ha dicho mucho a favor y en contra. Quizá ello se deba a que es un deporte que atrae prácticamente a todas las culturas. O si se quiere ver de otra manera, pongo entonces aquí que es el deporte más popular del mundo y, por ende, acaso el más censurado.

Una de las tantas cosas que se dicen es que casi nadie ha escrito de fútbol, a diferencia de otras fiestas como la taurina, por ejemplo, a la que Hemingway dedicara textos célebres, a la que Picasso dedicara lienzos célebres. Se ha jurado, aún hoy, que los intelectuales son contrarios a este deporte de las patadas con su éxito “raro” que, para colmo, reúne a las multitudes eufóricas, fenómeno del que huyen los dedicados casi en soledad a las artes del pensamiento.

Alguien ha dicho que esto se puede traducir de la siguiente manera: los escritores rechazan el fútbol y los futboleros no quieren saber de letras. Ya Borges expresó con vehemencia, importándole poco la afición futbolera en su país, que esta práctica es “una cosa estúpida de ingleses… Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”.

Esto opinaba Borges, claro… Sin el menor intento de poner hoy sobre la mesa todas las cartas a favor o en contra por la sola razón de que no las conozco, sí puede decirse que en México han escrito sobre fútbol Juan Villoro, José Woldenberg, Rafael Pérez Gay, Vicente Leñero, Guillermo Samperio y muchos más. Sí.

Al celebrarse en los días presentes una nueva edición de la Copa del Mundo, puede otra vez decirse que existen en los anaqueles literarios diversos géneros (novela, poesía, cuento, dramaturgia) que hablan de este tema y sus profundidades. Puede otra vez decirse que algunos célebres como RaEl fútbol es la recuperación semanal de la infancia.

Javier Marías. fael Alberti o Pasolini jugaron y, obviamente, escribieron de fútbol. Que después de asistir a un partido, el Nóbel Gabriel García Márquez dijo: “No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien”. Ya Pasolini nos había dejado la que para muchos es la mejor definición que la literatura ha hecho de este deporte:

“El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: es una ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más poético”.

Es sin duda larga la lista de quienes han escrito de fútbol. Y lo digo teniendo muy presente que no es el tema, sino la forma de tratarlo, lo que a éste hace glorioso. Aquí podría yo cuestionar aquella teoría de que “en el encuentro entre el gran arte y lo popular, no asciende lo popular sino que desciende el gran arte”.

Alberti escribió su Oda a Platko; Pablo Neruda su Colección nocturna; Mario Benedetti su cuento Puntero izquierdo; Camilo José Cela sus Once cuentos de fútbol.

También a vuelapluma cito a Miguel Hernández, Vinicius de Moraes, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sabato, y al mismísimo Rubem Fonseca entre tantos célebres más. Y las palabras del siempre recordado Albert Camus siendo arquero en Argelia:

“La pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Esto me ayudó mucho en la vida… Lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”. Para cerrar esta entrega sobre el múltiple tema del fútbol, tomo para usted un texto de Eduardo Galeano, de su libro Días y Noches de Amor y de Guerra.

Lo tomo así. Sin más: VERANO DEL 42. “Hace años, en Kiev, me contaron por qué los jugadores del Dínamo habían merecido una estatua. Me contaron una historia de los años de la guerra. Ucrania ocupada por los nazis. Los alemanes organizan un partido de fútbol. La selección nacional de sus fuerzas armadas contra el Dínamo de Kiev, formado por obreros de la fábrica de paños: los superhombres contra los muertos de hambre.

El estadio está repleto. Las tribunas se encogen, silenciosas, cuando el ejército vencedor mete el primer gol de la tarde; se encienden cuando el Dínamo empata; estallan cuando el primer tiempo termina con los alemanes perdiendo 2 a 1. El comandante de las tropas de ocupación envía a su asistente a los vestuarios. Los jugadores del Dínamo escuchan la advertencia: -Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados.

Y la amenaza: -Si ganan, los fusilamos. Los jugadores vuelven al campo. A los pocos minutos, tercer gol del Dínamo. El público sigue el juego de pie y en un solo largo grito. Cuarto gol el estadio se viene abajo. Súbitamente, antes de hora, el juez da por terminado el partido. Los fusilaron con los uniformes puestos, en lo alto de un barranco”