Navegar / buscar

Lógica, derecho y economía

Antonio Sánchez González. Médico

Hace mucho tiempo, los franceses notaron que los nacimientos eran más numerosos en el este de su país, una región donde las chimeneas a menudo están cubiertas con nidos de cigüeña: el número de nacimientos les pareció igual que el número de estas aves limícolas.

La correlación se transformó rápidamente en causalidad: ciertamente, las cigüeñas traen a los bebés… El error es obvio, pero esta confusión entre correlación (A varía al mismo tiempo que B) y causalidad (A es la causa de B) es muy frecuente y se encuentra incluso en los discursos políticos y periódicos muy serios. Así como un número nunca se niega a casarse con otro número, un dato nunca se niega a ser reconciliado con otro.

Inmediatamente vemos lo absurdo de calcular el tamaño promedio de los animales de una casa de fieras agregando el tamaño de un macaco, una jirafa y un felino para decir que en promedio miden un metro y 42 centímetros. Del mismo modo, atribuir la tasa de divorcio en Maine a la variación del consumo de marihuana en los Estados Unidos es una correlación absurda. Sin embargo, hay muchos casos en los que los errores de este tipo no son obvios.

Luego alimentan el razonamiento falaz y dan a luz a todo tipo de noticias falsas abundantemente transmitidas por los medios de comunicación. Esto es particularmente cierto en economía acerca de lo cual uno se inclina a proferir vínculos causales que no existen.

Desde el colmo de nuestra racionalidad, podemos encontrar tontos a aquellos aborígenes de Vanuatu practicando actos de un supuesto culto, convencidos de que imitando los gestos de los operadores de radio estadounidenses frente a una caja de hierro, obtendrán suministros caídos del cielo. ¿Qué tan diferentes son nuestros conjuros sobre el retorno del crecimiento económico ya la generación de empleos? Y hay más.

En septiembre de 1999, Michelín -el fabricante de llantas- despidió a parte de su fuerza laboral, al mismo tiempo que el precio de sus acciones aumentó. De ahí deducir que las empresas despiden a sus empleados para enriquecer a sus accionistas, solo hay un paso, pero no corresponde en modo alguno con la generalidad.

Los estudios más serios son de sentido común: cuando una empresa despide es porque está en dificultades, lo que se traduce en una bajada del precio de su acción. Si hay una relación causal, es lo contrario de lo que ha sido proclamado urbi et orbi por todos los opositores de la economía de mercado. Sin embargo, la agitación suscitada en la opinión pública ha dado lugar a una ley de circunstancias ahora universalmente aceptada por la mayoría.

Otra causalidad falaz recurrente: si la mayoría de los franceses se están empobreciendo, es porque los ricos se están volviendo más ricos; si Slim o algún otro potentado se enriquece y, por otro lado, la situación de los más desfavorecidos se deteriora, el primero debe tener algo que ver: ergo, si algunos están en dificultades, a veces incluso viéndose obligados a dejar de comer, es porque las ganancias las empresas de la Bolsa de Mexicana de Valores o el Dow Jones «son explotadoras».

Esto es olvidar que las empresas multinacionales del origen nacional que sea obtienen la mayor parte de sus beneficios en el extranjero, contribuyen al fisco y proporcionan a nuestros compatriotas miles de puestos de trabajo. Y este “efecto cigüeña” también distorsiona la reflexión sobre los desequilibrios de nuestras finanzas públicas.

Estos errores de razonamiento y sus correlaciones engañosas concomitantes contaminan el debate. Se basan en falacias económicas que son fáciles de detectar. Según el primero, la economía sería un juego de suma cero: lo que unos ganan, otros inevitablemente pierden. Según el segundo, la empresa es esencialmente un lugar de explotación mutua.

Según el tercero, el gobierno se administra igual que una empresa. Por último, según el cuarto, los recursos son necesariamente mejor utilizados por el sector público, preocupado por el interés general, que por el sector privado, impulsado por la búsqueda de beneficios.

Estos paralogismos son las matrices de atajos que desdibujan el juicio, desvían a la opinión pública de los problemas reales y causan el empobrecimiento de nuestra comunidad. Se combinan con un romanticismo revolucionario mantenido por la escuela que aboga por el igualitarismo a toda costa. Dogmas, prejuicios e ideas preconcebidas esperan a nuestros hijos emboscados en las aulas, mozuelos del razonamiento, el sentido común y el pensamiento crítico.

En cambio, ahí debe insistirse en la lógica y mostrar desde los primeros grados que la correlación no es causalidad. También es necesario familiarizar a los niños con la empresa y sus vocaciones, introducirlos en nociones básicas como la propiedad privada, el valor añadido o la ley de la oferta y la demanda, contarles sobre el nacimiento de inventos, demonizar el dinero y el éxito. Si esto no es posible, creemos lugares alternativos para enseñar lógica, derecho y economía para niños pequeños, porque hace mucha falta