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La prosperidad y la adversidad

Jaime Santoyo Castro

Maquiavelo decía que la naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y humildes en la adversidad.

Esto se ve con frecuencia en la política, pero con mayor incidencia en México, donde en los últimos años aparecieron en escena una pléyade de políticos que, cobijados por la ambición y el deseo de poder, desprovistos de espíritu de servicio, de honestidad y responsabilidad, asumieron los cargos públicos para enriquecerse y disfrutar del privilegio de mandar sin el más mínimo respeto a las instituciones y a la responsabilidad que asumieron, mirando con menosprecio a la gente necesitada de apoyo y estímulo.

Se subieron a un ladrillo y se marearon, dice el sentir popular. Se sintieron Dioses en el Olimpo, con ángeles y querubines a su servicio, sintiéndose merecedores de toda clase de gozos y privilegios. La soberbia se hizo parte de su vida, y olvidaron que eran depositarios de un mandato temporal, contagiando incluso de su impulso mareador a familiares y amigos cercanos.

Tal es el efecto del poder, que contagia al que lo prueba, aunque justo es decir, que hay quienes no caen en tales tentaciones y asumen con prudencia, mesura, responsabilidad y honestidad la honrosa tarea de gobernar o de cumplir un cargo público.

Pero no todo es para siempre. La rueda de la fortuna hace ascender a los de abajo y descender a los de arriba, y en cuanto éstos tocan tierra, se encuentran con una dura realidad: Ni eran Dioses, ni estaban en el Olimpo, ni eran dueños de vidas y haciendas.

Entonces hay que enfrentar a los enemigos y hasta a los amigos. A los que no recibieron favores y a los que sí lo hicieron, dando algo a cambio. Enfrentar a la ley y los tribunales. A la razón y a la sin razón; a la buena y a la mala fé; al deseo de venganza y a la amargura. Los elogios se disipan y llegan los insultos, acusaciones, juicios, condenas y cárcel. La insolencia de antes se torna en humildad. Hoy Lozoya, Duarte y otros han bajado de la nube a enfrentar sus realidades. En cuanto se disipe la bruma veremos quién baja con ellos.

Schopenhauer decía: “sentir envidia es humano; gozar de la desgracia de otros, es demoniaco.

Fotografía: Cuartoscuro