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La Postergación de la Mujer

Amparo Berumen

Quienes no se mueven, no notan sus cadenas.

Rosa de Luxemburgo.

Pese a los condicionamientos que hoy prevalecen, es innegable la creciente incursión de la mujer en todos los ámbitos del acontecer diario. Sin olvidar su naturaleza de madre y educadora, ha franqueado los muros de un confinamiento circunscrito a las tareas del hogar y de administración del presupuesto familiar. Un ejemplo es su notable involucramiento en la política. Decidida a obtener lo que por derecho le corresponde, realiza sus funciones en las áreas empresarial, política y social ante el espectro de una cultura que no valora ni cuantifica su capacitación o excelencia enfrentando por tanto, la encrucijada de recibir “por decreto” menor ingreso que el hombre.

La idea de que hombre y mujer deben ser tratados por la ley con ecuanimidad, parece empezar a ponerse en práctica. Parece. Porque esa pretendida igualdad jurídica es aventajada por siglos de abuso y discriminación que se traducen en un grave dilema al que se enfrentan las mujeres que trabajan y, más aún, aquellas que por desempeñarse mejor que el hombre, “gozan” de una simulada aceptación. Estas encrucijadas han ocasionado que un gran número piense que no les corresponde a ellas combatir la iniquidad social y el maltrato. Habría que entender que aquí de lo que se trata es de ennoblecernos, de asumir que no hay retorno sino únicamente un tránsito a lo que sigue. Mas acaso habría que pensar también que la vida en sí misma es un acto individual. No en vano decía Anais Nin que la vida se encoge o se expande en proporción con el propio coraje…

La historia oficial del arte revela una marcada tendencia a catalogar las obras producidas por mujeres como de inferior calidad. Su inclinación era aceptada a condición de que nunca llegase a ser una actividad profesional, sino apenas un mero entretenimiento que no entorpeciera su atención a las obligaciones hogareñas. La historia de la plástica nos remota al Londres de 1890, época en que se impedía a las mujeres ingresar a academias que producían desnudos, salvo en calidad de modelos, por razón de que este aprendizaje era visto en la mujer como algo impropio de su género, de ahí que los hombres podían desarrollar su oficio ventajosamente.

Pocos ignoran que filósofos, satíricos y moralistas gozaron dibujando las “flaquezas femeninas”. El primer beneficio que Platón agradecía a los dioses era que lo hubiesen creado libre y no esclavo, y el segundo, que lo hubiesen creado hombre y no mujer. Santo Tomás decreta, cual reflejo del Génesis en que Eva fue extraída de un hueso de Adán, que la mujer es “un hombre fallido”, un ser “ocasional”. He aquí lo que dijo Aristóteles: “La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades. Y debemos de considerar el carácter de las mujeres como adoleciente de una imperfección natural”. Y gloriando su ideología recomienda el buen Aristóteles tocar prudente y severamente a la mujer, para que un cosquilleo demasiado lascivo no le cause un placer que la haga salir de los goznes de la razón. Pero dejemos de lado estos vericuetos de las citas citables y los filósofos filosofando, no sin antes recordar las palabras de Montaigne: “Las mujeres no dejan de tener razón cuando rechazan las normas de vida que se han introducido en el mundo, tanto más cuanto que han sido los hombres quienes las han elaborado sin ellas (…) Después de saber que, sin punto de comparación, son más capaces y ardientes que nosotros en las cosas del amor, hemos ido a darles la continencia como su parte”.

El Día Internacional de la Mujer lo conmemoran organizaciones y grupos diversos en todo el mundo, y es fiesta nacional en muchos países, que celebra la lucha emprendida hace décadas y promueve la participación de la mujer en la sociedad, en igualdad con el hombre. Estas conmemoraciones son ocasión cada vez más para reflexionar sobre los avances conseguidos, seguir exigiendo cambios, y festejar los actos de valor y decisión de mujeres comunes que han desempeñado una función extraordinaria, en la Historia de los Derechos de la Mujer.

No pretende esta columna sugerir ambigüedades, sino retomar un tema difícil, profundo y controvertido, y para algunos hasta entretenido. Como una forma de celebración a todas las mujeres de todas las edades y de todos los oficios, pongo aquí las exquisitas palabras de Colette: “El repentino deseo de verse hermosa le hizo enderezar la espalda. ¿Hermosa? ¿Para quién? Para sí misma, por supuesto”. Felicidades.

amparo.gberumen@gmail.com