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La normalidad que en México es noticia

Por Irene Escobedo López

En pasados sexenios, el concepto de envergadura estuvo asociado a la figura  presidencial. Teníamos el deber de ver al mandatario en turno como necesariamente  imponente (aunque no lo fuera)  y a la distancia (mucha por cierto). La figura presidencial nunca debía relajarse, punto.

Había sin embargo una cierta permisibilidad para decir toda clase de ocurrencias y hasta ridiculizar con chistes a los inquilinos de los Pinos. No en su presencia, aclaro. Pero nadie olvida a Peña Nieto, aunque en realidad el ex presidente Fox fue uno de los primeros en autorizar bromas a su persona, al grado que llego a participar en programas de comedia junto a Eugenio Derbez y Adal Ramones.

Así se comenzaría a vituperar oficialmente la envergadura presidencial y a expandirse esa brecha que terminó por sepultar a Peña Nieto como el hazmerreír de la historia política de México, aunque el título sorprendentemente se lo quiera arrebatar ahora López Obrador: “soy el presidente más atacado de los últimos 100 años” sic.

López Obrador ni es el más atacado de la historia, pero tampoco el más lejano a la gente. Casi todos los ex presidentes han sido antagonistas.

AMLO tiene ahora la oportunidad de medir la satisfacción del cliente, con medios precisos y tecnológicamente avanzados, cuando sus predecesores median el nivel de aceptación o rechazo con manos, cuartas y dedos.

De simples mortales, en otros sexenios, ni usted ni yo hubiéramos coincidido en un lugar común con un Presidente. Y ahora resulta que hasta es noticia que el primer mandatario del país se suba a un avión comercial, cuando esta debió ser históricamente una obligación moral.  Es una normalidad que en México es noticia, pero que en el extranjero es común.

En los países del norte de Europa es frecuente que políticos y ministros viajen en bicicleta. En México no pocos se avergonzarían, políticos o no. En Gran Bretaña el primer ministro usa regularmente la metropolitana. En nueva York ni escolta ni autos de lujo para Ed Koch, tres veces alcalde de la ciudad. Angela Merkel de vacaciones en Ischia viaja como hijo de vecino y se le puede encontrar caminando como una turista cualquiera.

Para alguien con la representatividad del Presidente, viajar como persona común es sin embargo un riesgo. Pueden quedar en evidencia detalles de la privacidad que de otra manera restan ocultos. No es plausible –quizás precisamente por la falta de costumbre- ser testigo de la siesta en el avión -con cabeceo y todo- de López Obrador. Imagen que algunos medios nacionales aprovecharon jocosamente. Aquí no pretendemos escandalizar con un gesto tan banal y humano, por favor.  Justo sería tener un espacio reservado al presidente, si es que esporádicamente viaja cansado, aun si aborda un avión comercial.

Por lo pronto, el guiño de austeridad se lo agradecemos al Presidente. Hay más notas sostenidas que bemoles en este gesto. Ojalá y no quede en simples ganas de normalidad y se convierta en praxis cotidiana, en avión, tren o camión.

Fotografía: Cuartoscuro