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IA

Antonio Sánchez González. Médico

Seguimos entusiasmándonos al ver las hazañas de la Inteligencia Artificial (IA) al extrapolar a menudo sus capacidades sin retrospectiva científica y concluimos a priori que traerá consecuencias desastrosas en el trabajo.

Las cosas son más sutiles y complejas, pero para entenderlas debemos considerar el verdadero valor del trabajo de los individuos y así confiar en lo que nos hace humanos. Y al mismo tiempo distinguirnos cada vez más de las máquinas que siguen mejorando.

Es de esta manera que entendemos que la IA, incluso en su momento de mayor eficacia, no será capaz de crear un cambio cultural en la medicina, la literatura, el cine o la fotografía, porque tal cambio está encauzado emocional e intelectualmente por el corazón y el cerebro de los hombres. ¡La IA aprobó un examen!» «IA anuncia el fin de los médicos» «La IA escribirá libros y guiones».

Incluso habiendo algo de verdad en estas declaraciones, afirman una realidad distorsionada con respecto a lo que realmente sucederá. Ciertamente, IA nos ayudará a escribir textos, a dibujar planos arquitectónicos o maquetas, pero lo hará no sin los límites que resalten precisamente nuestro valor humano añadido.

A esto hay que agregar que muchas de las cosas que ahora se anuncian como novedad en realidad ya existen. Desde 2017 generamos automáticamente artículos cortos sobre el clima, las columnas deportivas de los diarios e incluso la evolución de las bolsas de valores.

Del mismo modo, periódicos como el New York Times ya utilizan algoritmos para generar la distribución de los artículos en su portada. Lo que me interesa no es deconstruir todo lo que se puede decir sobre este poderoso agente conversacional, sino explicar lo que nunca hará: el latido cultural.

En el pasado, se han producido cambios profundos en la Medicina, en la ciencia, la literatura y el arte en general, causando rasgos creativos cuyos contornos han sido definidos, construidos y modulados por seres humanos dotados por la naturaleza de inteligencias creativas y prácticas.

La clínica (la relación médico-paciente), el romanticismo, el expresionismo, el arte figurativo o más recientemente la nueva novela y el art brut forman parte de ello. Hombres y mujeres han decidido estos cambios sin la presencia sistemática de señales fuertes o débiles en la sociedad, sino sobre la elección muy humana de transformar su medio y las maneras en que se expresan.

Somos capaces de construir un robot con un algoritmo incrustado, que balanceará la pintura sobre un lienzo de acuerdo con la técnica de goteo, pero nunca será igual, por ejemplo, al arte del estadounidense Jackson Pollock, quien con chorros de pintura nos propone que lo veamos también con sus neurosis, su historia y su deseo de comunicarse de manera diferente.

La IA genera, pero no crea, la diferencia es importante. Es que la IA han diseñadas generativas y no creativas. Los médicos tenemos la enorme oportunidad en contra de la IA de afianzar nuestra relación con los pacientes, y cuidar de ellos apoyados en las herramientas que ahora están a nuestra disposición para afinar el diagnóstico; una máquina no podrá acompañar a una persona en el proceso de una dolencia.

Los creativos, escritores y artistas en general, tienen enormes oportunidades en comparación con las posibilidades que ofrecen estas IA generativas y agentes conversacionales como ChatGPT. Ir más allá de los propios límites, construir una mayor creatividad, o incluso trabajar bajo coacción a partir de un texto proporcionado por este tipo de tecnología, sin duda será parte de nuevas prácticas posibles en el futuro. Un algoritmo no puede generar algo estrictamente nuevo, puede construir algo que parece nuevo pero que se basará en la práctica en analogías -incluso incapturables- que reflejan las relaciones implícitas entre los datos sobre los que está entrenado. Estos datos serían, por ejemplo, novelas, películas o pinturas.

El giro en el sentido profundo del término es entonces impensable para estas máquinas, y sin embargo tan necesario para avanzar en la comprensión y expresión de nuestra civilización. El mundo cambia por los hombres y mujeres que lo modifican, alteran y revolucionan. Alexander Astier dijo recién en un periódico francés «Si la IA es capaz de imitarme es porque yo soy el problema, no la computadora»: los artistas lo han entendido todo.