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Hoy los mexicanos tenemos una responsabilidad histórica

Está en juego el futuro de nuestro país

Hoy se llevan a cabo las elecciones más grandes de la historia en nuestro país, 21,000 puestos de elección popular están en juego y está también en juego el rumbo que habrá de tomar el país durante los próximos años. Como ciudadanos tenemos la responsabilidad de acudir a las urnas y emitir nuestro voto razonado haciendo de lado las emociones, minimizando las filias o las fobias por algún personaje o partido. Lo que hoy está en juego es demasiado importante para tomarlo a la ligera.

La dicotomía está entre respaldar al proyecto de gobierno actual o ponerle límites a quien ha ejercido el poder de una forma que no habíamos visto en México hace décadas. Y es que no han sido pocos los agravios a la democracia, al orden constitucional y a las instituciones -todas ellas perfectibles, sí, pero sumamente valiosas recordando de dónde venimos-. El propio presidente de la república ha menoscabado las instituciones que tanto costó construir y rechaza cualquier forma de diálogo con quien se atreve a pensar distinto o a señalar los errores de su gobierno. Desde Palacio Nacional se ha calificado al INE como antidemocrático, aún cuando fue este mismo instituto el que organizó y validó la elección por la cual Morena llegó al poder; las cosas han llegado a tal extremo que el presidente del partido en el poder, Mario Delgado, amenazó con “exterminar al INE” cuando las resoluciones del mismo no le satisfacían.

Durante la elección de 2018 mucho se habló del riesgo de que México corriera con la misma suerte que Venezuela, en ese entonces nos pareció una exageración, hace seis meses aún se veía así. Pero luego de que se extendiera el mandato del Presidente de la Suprema Corte de Justicia mientras el propio AMLO admitía que lo hacían porque era afín a él; de que en reiteradas ocasiones “platique” en sus mañaneras cómo la gente en sus giras le pide “reelíjase”; de que su partido amenace con exterminar al INE, todos esos miedos que parecían casi infundados, hoy se vuelven una mayor preocupación.

No sería la primera vez que una democracia se asfixie en su propio ejercicio, hemos visto en Latinoamérica numerosos ejemplos a lo largo de las últimas décadas, pero tal parece que no se puede aprender en cabeza ajena los errores que conlleva la búsqueda de un caudillo que polariza y señala algún enemigo -el que sea, el que convenga- causante de todos los males del país y que ofrece solucionarlos de forma casi milagrosa, cuando deberíamos aspirar a superarlos nosotros en conjunto como sociedad, construyendo poco a poco un orden democrático y estado de derecho que permita ir mejorando nuestras condiciones de forma paulatina pero sostenida.

Sólo queda esperar que hoy, en México vuelvan los contrapesos, que se le obligue al presidente de la república no a abstenerse de llevar a cabo su visión de gobierno, sino a dialogar, a escuchar lo que otros tienen que decir; que se le obligue al presidente a comportarse como un demócrata y a comprender que no puede disponer de los recursos e instituciones públicas a su antojo; que comprenda que no puede gobernar por ocurrencias y que negar vehementemente la realidad, no la cambia.