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Frida en Julio

AMPARO BERUMEN

La pintura de Frida Kahlo
es un listón ciñendo una bomba.
André Breton.

Una mañana de lluvia en julio, Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón nació en Coyoacán. Y una madrugada de julio Frida murió en Coyoacán con lluvia todo el día. Quienes la conocieron, bien la recuerdan alegre y dicharachera viviendo intensamente. Pero Coyoacán no sólo fue su primera luz y sus pasos primeros: fue su puerta de ingreso al universo íntimo, inspirador, fantástico de nuestras raíces. Decía Breton que con crueldad y amor, Frida enlazó “las raras potencias afectivas que se conjugan para conformar el filtro cuyo secreto tiene México”.

De este barrio de Coyoacán que siempre llama, ata y atrae, Salvador Novo escribió: “La primera mención del pueblo prehispánico de Coyohuacan, como ya existente en la fecha en que México-Tenochtitlan acababa apenas de fundarse (1325), la encontramos en Chimalpahin. Nos cuenta que en el año Pedernal 1332, el brujo Tezcatlipoca, que residía en Chalco, indujo al brujo sacerdote Quetzalcanauhtli (Pato Precioso) a abandonar Chalco y marcharse a Coyohuacan… En Coyohuacan residía la maga, la sabia, la hermana mayor Chalchiuhtlicue (Falda Preciosa), en la tierra caliente, en Coyohuacan. Ayunó con agua amarga y así propició la llegada de los chalcas… Cinco años después, los chalcas vinieron a Coyohuacan a implorar inútilmente al diablo Tezcatlipoca que volviera con ellos. Fue pues este diablo o dios Tezcatlipoca el primer extranjero que prefiriera permanecer y arraigar en Coyohuacan. Después, hemos sido legión”.

Bajo estos tintes hechiceros y hechizantes descritos por Novo, Frida dibujó sus días sonrientes y trágicos, desde el primero y hasta el último en que su presencia física abandonara para siempre La Casa Azul de Coyoacán, azul cobalto protector contra los espíritus malignos. Y ya esos espíritus se habían ido porque la casa de ruidos y cuchicheo de cotorros olía desde siempre a tibio, a cálido, a flores de todas clases y colores que asomaban de las macetas y los jarrones.

Sobre el fogón las ollas y cazuelas de barro recordaban los sabores de la casa materna en Oaxaca, donde lo posible y lo real –cuenta un cuento– se mezclan como en un sueño. Y allá en el Istmo, “el tiempo excepcional y alegre de la fiesta se abre para albergar el tiempo secreto y trágico de una comunidad exigiendo justicia”. Allá Frida se envuelve en la superstición y en la creencia, y en el traje seductor de la tehuana que de suyo ha sumido en un encantamiento al hombre forastero, acaso por su ritmo apenas descriptible, deslizante y majestuoso que la inmoviliza de la cintura para arriba, mientras su paso ligero ondea y mece sus anchurosas faldas de holán. Y encanta al hombre tehuano que en su generalidad es indio zapoteco, cuya sangre proviene de casi todas las razas que alberga este mundo. Sí. Frida amantísima de los textiles y los bordados, adopta ilusionada estos atavíos resplandecientes en su empeño por hechizar, por retener a su marido con “vestido de alas doradas de mariposa”, y finas alhajas que evocan la época prehispánica y portan siempre con propiedad las mujeres oaxaqueñas.

En el tranvía, Frida compañera habitual de José Clemente Orozco. En la preparatoria, Frida compañera de Renato Leduc que en el papel esbozó estos recuerdos: “Era una muchachita verdaderamente deliciosa, muy inteligente y también muy traviesa. Me acuerdo que en ese entonces le daba por andar en bicicleta, así es que iba a las agencias, alquilaba uno de aquellos vehículos y luego desaparecía hasta que el dueño del changarro la localizaba y la remetía a la comisaría”.

Cubierta de mito y leyenda, hoy Frida sigue fascinando por sus imprecisiones y su personalidad alegre e ingeniosa, dispuesta “a todo género de relajo”. Mundo íntimo de vida alternativa bebiendo y fumando, cantando y malhablado siempre independiente y creativa, siempre sorprendida y desencantada, siempre imaginativa y dolorida…

El nombre de Frida Kahlo, la adoradora de los mercados y los juguetes artesanales, de los telares prehispánicos y los collares, de las mesas mexicanas y nuestras fiestas nacionales, se conmemora entretejido al de sus célebres amores: Carlos Pellicer, Tina Modotti, León Trotsky… Figuras esenciales intrincadamente aprehendidas en un insinuante anillo álbico que, en torno a su Antigua Ocultadora, tuvo que delinear el genial Diego Rivera… Multiplicidad de significaciones desprendidas de su universo mitológico que inicia en Coyoacán, una mañana de lluvia en julio, entre brujos, diablos y dioses…

amparo.gberumen@gmail.com