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Estos días de guardar y guardarnos

Amparo Berumen

En el mesón al campo abierto

 se ve el hogar donde la leña humea

y la olla al hervir borbollonea…

Antonio Machado.

Estos días de introversión traen al paladar los sabores de la Cuaresma. El invitante olor a especias escapa de la cocina e impregna otros rincones de la casa, provocando que los comensales asomen a la mesa antes de lo previsto. Y el tiempo entonces, por necesidad aminorado, adelanta la hora de compartir los alimentos.  

Estos días de guardar y guardarnos casi obligan a aposentarse en la cocina. Junto al llameante fogón surgirá la inventiva, la alquimia. Porque hay en la cocina un placer aromoso y fascinador, una alegría compuesta y colorida cuando se llega al excelsoahuacamollicon sus tres ingredientes nahuas aguacate chile y tomate; también a los patrimoniales romeritos, a los prehispánicos huautzontli… Ay! y las torrejas y la capirotada, dos exquisiteces que la Cuaresma trajo de España. 

En este tiempo evoco igual que siempre mis años ya lejanos arrullados allá, junto a la cálida cocina materna y de la abuela, donde el comer era fiesta sencilla y reverencial: cumplimiento de ayunos y preceptos místicos bajo el techo hogareño, regido por el melancólico tañer de las campanas en días de guardar… La comida ha sido siempre una puerta de ingreso a mis añoranzas: imágenes imborrables, inseparables, insuperables. No en vano se ha dicho que la felicidad está cercana al paladar…

Desde el principio de los instantes los alimentos están interrelacionados a la Naturaleza, concediendo vida y aumentando la conciencia. Mágicos relatos de interminables páginas, cuentan de esta unión esencial considerada por todas las religiones como una explicación de nuestro sagrado lugar en el cosmos… En esta experiencia se entrelazan muchas culturas y tradiciones que permiten conocer una diversidad de rituales asociados a la alimentación, “en los que la hospitalidad, la responsabilidad, la solidaridad, la caridad y la servicialidadcoexisten”.

En el sentido cristiano, el Espíritu permanece ligado a las directrices trazadas por Jesús en la Última Cena respecto del Pan y el Vino, que al transformarse en su cuerpo y en su sangre, dieron fundamento a la práctica del alimento espiritual. En dicha celebración, el Sacramento de la Comunión, que quiere decir común unión, no estaba separado de la comida, por ello permite que entre los cristianos esta experiencia se renueve a diario y se comparta en la mesa con los demás.

La Cuaresma recrea muchas imágenes…! Este tiempo inicia con las celebraciones del Miércoles de Ceniza que, en su llamado a la conversión, recuerdan una antigua costumbre del pueblo hebreo de cubrir el cuerpo con ceniza y vestirse con telas ásperas, a fin de alcanzar la purificación y tener presente que somos pequeños, que seremos sólo polvo…

Del latín Quadragesima, la Cuaresma abarca 40 días que preceden a la Pascua. Para católicos, ortodoxos y algunas sectas protestantes, éste es un tiempo de ayuno y oración, consolantes espirituales en la preparación a la PASCUA, registrada sin cuestionamiento en la Historia de la Humanidad como la fiesta más grandiosa.

Esta instauración apostólica de los 40 días fue alcanzando con el paso del tiempo tal institucionalidad, que ya en el siglo IX se exigió a la cristiandad en pleno, la guarda del ayuno desde el Miércoles de Ceniza hasta el Sábado Santo. El número fue designado por la Iglesia en referencia a los 40 días que ayunó Moisés (representante de la ley) antes de escuchar la voz de Dios en el Sinaí; en referencia al ayuno de 40 días en que Elías (representante de los profetas) se preparó para ver a Dios en el Monte Horeb; y en definitiva, en referencia al ayuno de 40 días del mismísimo Jesús, en el desierto.

Hoy, sin embargo, se han suavizado todas estas disposiciones y otras que ha mostrado la historia… ¿Quién podría revalidarlas y quién aceptaría? Acaso como una respuesta a los signos de los tiempos, a principios de 1966 Paulo VI instó al ayuno sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Pero aun ante este decreto, y ante todos los que han sido y serán, el libre albedrío prevalecerá como un don divino…

Frente a la urgencia del hombre de conservar sus ideales y su libertad de pensamiento, y de dejar abierto el campo a una intervención soberana de su querer, los días de la Cuaresma renuevan puntualmente sus significaciones, trayendo a mi memoria aquel pensamiento de los antiguos mexicanos que habla de aprender a “tomar rostro”. Sólo formando un auténtico rostro en cada hombre, decían, puede al fin encontrarse la senda que lleva a “lo verdadero, a la respuesta con flores y cantos que ofrece un velado sentido al misterio de vivir y sufrir en tlaltícpac (sobre la tierra)”.

Los días de Semana Santa invitan a la reflexión y al ayuno. Pero más y por encima de todo, a buscar el bien común, a bien pensar en los demás…

Durante meses, el loco puede ayunar,

comer de la hierba la punta de la hoja.

Pero de nada le vale

si se le compara con el Maestro

cuyo alimento es el camino.

amparo.gberumen@gmail.com