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El Sueño de Siempre

Amparo Berumen

Cada junio de año en año, se habían celebrado en la ciudad de Zacatecas las Jornadas Lopezvelardeanas, encuentro en el que se otorga el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, a un personaje de las letras. A partir de 2008, la entrega se realiza en el Jerez de mi querer y de mi nacimiento, pueblo–cuna del bienamado poeta que describió nuestra provincia con una singular invención verbal. Ese año 2008 se otorgó dicho galardón al siempre velardeano Vicente Quirarte, quien había dicho: “López Velarde es el primer poeta que toma a la patria por la cintura, que la requiebra, que le declara su amor…”

Uno de los encuentros que recuerdo con más apego es aquel en que el premio le fue entregado en 2003 a José Emilio Pacheco, figura de la Literatura Latinoamericana que asumió todos los géneros, esencialmente la investigación y la poesía. A lo largo de cuatro décadas, este reconocido escritor había estudiado al poeta jerezano haciendo poesía y ensayo en torno a su obra. En aquella ocasión se editó un opúsculo de cien páginas que reunió una selección de dichos trabajos. En la ceremonia, el homenajeado dijo sentirse unido a López Velarde por una identidad poética y un sentimiento aldeano. Enalteció al autor se Zozobra y La Sangre Devota, libros capitales de nuestras consonancias, consagrado el segundo a Gutiérrez Nájera y a Othón.

En nuestro país y fuera de él, se está celebrando en su centenario al poeta de anhelada búsqueda, cuya inconmensurable soledad contagia siempre:

“Mi soledad persigue la tuya inútilmente. En la fría austeridad de tu casa suspiras sin que yo recoja tu suspiro (…) La soledad en que vives tiene un prestigio singular. Estás sola en tu casa como en mi mismo corazón. Eres única siempre; única fuera de mí, única dentro de mí. Bien sé que cuando la visito, tu sola alma es la que trasciende como una esencia sutil en el corredor en que los canarios alborotan, en la sala, en la alcoba, en el patio con los árboles… En los momentos en que piensas en mí, la soledad será propicia a la emoción, y mi imagen avasallará todo tu ser, como se avasalla la conciencia cándida de una niña; y tus suspiros serán plenamente míos y tu vibración íntegra será para mí… Sin el auxilio de la soledad yo no podría absorberte…”

López Velarde le escribía a su alma; le decía que la amaba por su “milagrosa facultad de silencio”. Y vivió en la encrucijada melancólica de cómo resolver la relación entre el hombre y lo sagrado. Como una vertiente de aguas fecundantes, el poeta íntimo sigue siendo un convocador de lo estético. Anterioridad unánime, corazón promiscuo aromado de incienso que renueva sus señales insignes, romeras, quiméricas:

Evoco, todo trémulo, a estas antepasadas

porque heredé de ellas el afán temerario

de mezclar tierra y cielo, afán que me ha metido

en tan graves aprietos con el confesionario.

Yo no podría olvidar si un día quisiera, que los años de mi infancia en Jerez fueron profundamente velardeanos, si profundidad puede llamarse a la adhesión casi instintiva, en esa edad amaneciente. Soplo cosecha de adjetivos, auras raíces generosas del idioma castizo…

La moza me dirá con su voz de alfeñique

marchándose al rosario, que le abrace la falda

ampulosa, al sonar el último repique.

Luego resbalaré por las frutales tapias

en recuerdo fanático de mis yertas prosapias.

Dicen que la poesía es arte peligrosa, y yo estoy otra vez aquí, pensando en lo mismo. Aquí en mi estudio, en lo callado de la madrugada cuando se oyen afuera los grillos cantar. Este oficio de pensar me trae de cabeza. Apariciones que alegorizan los fondos más abstrusos de la conciencia. Verso esencial que franquea trascuartos y distancias y los resquicios que hallar puede…

Mi virtud de sentir se acoge a la divisa

del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta

los volubles matices de los climas sujeta

con una probidad instantánea y precisa.

Sin que llegara a ser el acato ciego de una herencia cualquiera, mi poeta de cabecera dejó tatuados en mi mente y mi piel prosa y poema. Así se consignó cuando miré el primer Sol ponerse y asomar la primera Luna y se enhebraron mis pensamientos. De él he amado todo, pero más, “esta manera de esparcir su aroma de azahar silencioso en mi tiniebla… esta manera que es reservada y que es acogedora… como que sabe que mi interno drama es a la vez sentimental y cómico….”

amparo.gberumen@gmail.com