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El Centenario de Ramón López Velarde

Amparo Berumen

Patria, te doy de tu dicha la clave:

sé siempre igual, fiel a tu espejo diario.

Ramón López Velarde.

Jerez es el Pueblo Mágico de Zacatecas. Pueblo mágico de mi pertenencia que seduce a los visitantes. Aquí el blanco de sus calles no es un color, sino una forma de ser, una forma de armonía, un acuerdo. Es el blanco de la irradiación y de la exactitud. Y las hermosas construcciones de cantera recreadas bajo este cielo azulísimo, son cuestión de respeto, de cosa rebuscada añeja y entrañable. Una edificación sobresaliente es el Santuario con sus torres vigías y el tañer de las campanas llamando a misa. También el antiguo Teatro Hinojosa de luces y sombras tenues, y el suntuoso Edificio De la Torre.

Este pueblo ha sido a una misma vez actor y espectador, porque no permaneció nunca ajeno a las expresiones estéticas. Como Instituto de Ciencias –1832–, nació aquí la Universidad Autónoma de Zacatecas. Para los moradores y quienes nacimos en este suelo, el más hondo orgullo radica en ser Jerez cuna del bardo Ramón López Velarde, del músico Candelario Huízar, y del entrañable “Tata Pachito” Don Francisco García Salinas. Convertida en museo, la casa velardeana es un lugar de interés para el viajante, y en el jardín más importante de la ciudad se yerguen los bustos de estos hombres ilustres, sin olvidar que diversas escuelas e instituciones han sido bautizadas con sus nombres.

En la obra, López Velarde y la Pequeña Propiedad, su autor Arturo Arnáiz y Freg, sorprende con la tesis de que el poeta no cantó a su patria chica como “fijación mental” según la opinión de muchos, sino como un rincón de México ejemplo de justicia social, donde la distribución oportuna de la tierra marcó una diferencia gracias al ilustre y amado gobernador Don Francisco Garcia Salinas. Por tanto en Jerez se habría disfrutado de la tranquilidad sin escasez. Y agrega el autor: “Más que poeta de la provincia de México, Ramón López Velarde es el cantor de una ciudad. De una pequeña y hermosa ciudad. La de Jerez, Zacatecas. Porque en López Verlarde el verso y la prosa siguen líneas paralelas”.

Tu tarde será simple, de ejemplar feligrés

absorto en el perfume de hogareños panqués

y que en la resolana se santigua a las tres.

Corazón: te reservo el mullido descanso

de la coqueta villa en que el señor mi abuelo

contaba las cosechas con su pluma de ganso.

Acendrada sensualidad de un alma que canta con pasión al amor; que escribe despacio y sin descanso en la soledad de sus idilios; inspiración de suavidades enmarcadas en las costumbres de provincia, abordadas en lenguaje esotérico, profundamente poético:

Te amo no cual mito

si no por tu verdad de pan bendito,

como niña que asoma por la reja

con la blusa corrida hasta la oreja

y la falda bajada hasta el huesito.

“El descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado. Han sido precisos los años de sufrimiento para concebir una patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa (…) La hemos descubierto a través de sensaciones y reflexiones diarias, sin tregua, como la oración continua inventada por San Silvino. La miramos hecha para la vida de cada uno. Individual, sensual, resignada, llena de gestos, inmune a la afrenta, así la cubran de sal. Casi la confundimos con la tierra.

 “De ella habíamos salido por inconsciencia, en viajes periféricos sin otro sentido, casi, que el del dinero. Hijos pródigos de una patria que ni siquiera sabemos definir, empezamos a observarla. Castellana y morisca, rayada de azteca, una vez que raspamos de su cuerpo las pinturas de olla de sindicato, ofrece –digámoslo con una de esas locuciones pícaras de la vida airada– el café con leche de su piel (…) ¡Literatura! –exclamará alguno de los que no comprenden la función real de las palabras, ni sospechan el sistema arterial del vocabulario. Pero poseemos, en verdad, una patria de naturaleza culminante y de espíritu intermedio, tripartito, en el cual se encierran todos los sabores…

“En las pruebas de canto, los jurados charlan, indiferentes a las gargantas vulgares. Hasta que una alumna los avasalla. Es el momento arcano de la dominación femenina por la voz. Así ha sonado, desde el Centenario, la voz de la nacionalidad. Hay muchos desatentos. Gente sin amor, fastidiada, con prisa de retirar el mantel, de poner las sillas sobre la mesa, de irse.

“Tampoco escasean los amantes, fieles en cada rompe y rasga, calaveras de las siete noches de la semana, prontos a aplaudir las contradicciones mismas, diseminados por el territorio, que se resumen en la vasta contradicción de la capital. En este tema, al igual que en todos, sólo por la corazonada nos aproximamos al acierto. ¿Cómo interpretar, a sangre fría, nuestra urbanidad genuina, melosa, sirviendo de fondo a la violencia, y encima las germinaciones actuales, azarosas al modo de semillas de azotea? 

“Un futuro se agita en la placidez diocesana de nuestros hábitos (…) Bebiendo la atmósfera de su propio enigma, la nueva patria no cesa de solicitarnos con su voz ronca, pectoral. El descuido y la ira, los dos enemigos del amor, nada pueden ni intentan contra la pródiga. Únicamente quiere entusiasmo. Admite de comensales a los sinceros, con un solo grado de sinceridad. En los modales con que llena nuestra copa, no varía tanto que parezca descastada, ni tan poco fatigue; siempre estamos con ella en los preliminares, a cualquiera hora oficial o astronómica. No cometamos la atrocidad de poner las sillas sobre la mesa”.

ENVÍO: En nuestro amado país, México, se celebra todo. Sin embargo, por apatía o simplemente ignorancia, no se decretó el Centenario de Ramón López Velarde como Fiesta Nacional. Hay que pedir perdón en su Centenario. Perdón por no leerlo, por no hacer que otros lo lean…                                      

amparo.gberumen@gmail.com