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DETERIORO DE LA LIBERTAD SIN SEGURIDAD

Jaime Santoyo Castro

La palabra libertad deriva del latín libertas y libertatis, que se traduce en: “el que jurídica y políticamente es libre’. En la antigüedad, este término identificaba a la persona que había nacido libre o al que habiendo nacido esclavo había obtenido la libertad, y consiste en la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad, sin más limitaciones que el respeto a la libertad de los demás. Podemos decir que hay libertad siempre que las personas pueden actuar sin coacción y opresión por parte de otros.

En ese sentido, podemos decir que una persona está en libertad o actúa en libertad cuando no está en condición de prisionero, o sometido a las órdenes de otros o bajo amenaza o coacción.

La Constitución de la República consagra en favor de los mexicanos y de los extranjeros que se encuentren dentro del territorio nacional, una serie de garantías, que tienen que ver con la libertad personal, de enseñanza, de trabajo, de expresión, de creencias ideológicas y políticas, de trabajo, de petición, de asociación, de tránsito, de protección de la salud, inviolabilidad de la vivienda, de protección a la integridad física y del patrimonio.

Estas disposiciones forman parte del orden jurídico necesario para armonizar la vida colectiva, y están diseñadas para impedir el abuso del poder de las autoridades frente a los gobernados y para eliminar el uso excesivo de la libertad por parte de los gobernados.

La libertad de unos termina donde inicia la libertad de los otros. Para que esto se logre, la autoridad debe estar investida de imperium, de poder, de atribuciones, de recursos y de estrategias; con la fuerza suficiente para establecer el orden y transmitir a la sociedad la confianza de que su libertad, sus derechos y su patrimonio se encuentran garantizados, pero hoy no se percibe de esa manera.

La población no siente ya esa libertad de moverse, de salir, de divertirse, de viajar, de reunirse, de opinar, etc. Se siente insegura y no observa una reacción firme y directa de las autoridades gubernamentales, quienes por lo contrario se perciben vacilantes, débiles, lentas sin saber qué hacer y en ocasiones incluso doblegadas.

La seguridad es trabajo de todos; no sólo de la autoridad, pero requiere estrategia, organización, cooperación, proximidad, y participación de todos los sectores sociales, tanto de las organizaciones religiosas como poiíticas y sociales, de la gente de las colonias, de los mercados, escuelas, universidades, centro de trabajo, etc.

Los gobernados tendremos una percepción de mayor seguridad en la medida que exista ese vínculo entre las expectativas de la gente y las acciones de gobierno y eso se logra con intenso diálogo.