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Desentilichándonos

Por Jaime Santoyo Castro

Uno de los propósitos más comunes y reiterados de la gente para año nuevo es el de reacomodar nuestras cosas, cajones, armario, la casa y nuestra vida. Sacar de todos los resquicios aquello que ya no ocupamos, que nos estorba, que no queremos, o lo que nos causa recuerdos incómodos o dolorosos. Es un corte; una ruptura entre las cosas y la persona, que a veces nos pone en la encrucijada de no saber si lo que necesitamos es reacomodar los muebles y la casa, o reacomodarnos nosotros. O desentilichar la casa y la oficina o nuestra mente y nuestro corazón, o ambos. 

Es increible la cantidad de cosas que guardamos, y cuando nos ponemos a limpiar nos detenemos a pensar: esto no lo puedo tirar porque me lo regaló mi padre, etc; aunque ya no tenga valor de uso, le damos un valor estimativo y lo ponemos en el rincón del olvido. 

Depurar, limpiar, equilibrar, vaciarnos de lo incómodo. Deshacernos de lo que no es nuestro y que no responde a nuestros requerimientos, a nuestros gustos, a nuestras necesidades y acomodar nuestro entorno más a nosotros, a nuestras circunstancias, personalidad y aspiraciones.

Nos quitamos y decimos No al azúcar, la sal, la harina, el alcohol, el tabaco, la grasa, etc; y sufrimos por ello, aunque sabemos que a cambio ganamos minutos de vida, salud y bienestar, pero no nos quitamos lo que más nos intoxica y nos daña, que en ocasiones está en nuestra mente y en nuestro corazón, donde quizá la labor de limpieza sea más difícil, pero mucho más reconfortable.  Se nos hace harto difícil decir NO a muchas cosas y circunstancias que en el fondo no deseamos y en esa virtud dejamos de vivir lo nuestro y nos encadenamos y nos dejamos llevar al entorno de otros, simplemente por no saber decir que no. 

Antes de seguir desentilichándonos, hagamos un inventario e identifiquemos lo que es nuestro y lo que es ajeno; lo que en realidad nos sirve y lo que no; no vaya a ser que nos quitemos lo que sí es útil y nos quedemos con lo indeseable. Hay que desarmar y volver a armar, pensando en el futuro; no podemos restaurar el pasado. Recordemos que “aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya y Dios restaura lo que pasó. (Eclesiastés ·:15).  ¡Feliz desentilichaje!