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Casi Autorretrato

Amparo Berumen

Hace unos doce años, a invitación de la Casa de la Cultura de Tampico, participé en una lectura pública con la dinámica del Autorretrato. De aquel escrito en algo actualizado, comparto con usted algunos párrafos, influida quizá por la risa sarcástica de las redes sociales. Por motivo de espacio, iniciaremos la lectura del citado texto en el tercer párrafo: “…

En el periodismo me inicié hace cuarenta y siete años allá en mi Jerez de Zacatecas, en el Semanario Diálogo dirigido por mi noble hermano Gilberto, publicación ininterrumpida, actualmente en su año XLVII, número 2302. Y hace más de veintitrés empecé a escribir aquí en El Sol de Tampico.

Hace también algunos años más recientes estuve escribiendo eventualmente en otros periódicos y en la Revista El Mundo del Café, de circulación nacional. Soy Directora de la Fundación Café Cultura que está sumando 26 años de ofrecer, de manera ininterrumpida e independiente, eventos culturales gratuitos de calidad.

Soy fundadora, directora, editora responsable y componente única de Ediciones Café Cultura, que vio la luz en 2004 y cuenta al día de hoy con catorce libros editados, un disco de música, y catorce calendarios de fotografía Luz y Café. He sido invitada a escribir en algunas publicaciones, como los libros Ensayo Panorámico de la Literatura en Tamaulipas, y Memorias del Bicentenario, editados por el Gobierno de Tamaulipas. Insomne por decisión propia, esto lo hago mayormente en las madrugadas en que logro desafanarme de lo diurno…

“La escritura es como oxígeno, como respirar hondo y ser libre. Es una aventura que quién sabe adónde lleve… Es retomar viejas lecturas y hacer nuevos apuntes, en un intento de perpetuar con luz lo que late aquí dentro. Latido y luz unidos por la memoria, las emociones, los recuerdos…

De niña, mi abuela materna nos contaba cuentos de la Revolución Mexicana y también de La llorona. Esto se oía mucho en Zacatecas y de esas demasiadas historias hacía yo unos dibujillos y les ponía frases. Quizá desde entonces y de cuando veía a mi hermoso padre leyendo o a mi abuelo materno, me vino todo esto.

Las tardes allá eran muy frías y esas cosas que vienen desde atrás no se pueden borrar. Se quedaba uno adentro de la casa, tan cerca y tan queriéndonos, los grandes departiendo o solamente cerca acompañándonos. Abstraída en mis juegos, oía como un bisbiseo las conversaciones y la casa olía a pan recién hecho –esto del santo olor de la panadería es cosa heredada, así huele mi casa–. “Lo que no sé, es de dónde me vino lo de bailotear y de ser una cantarina.

Quienes pueden dar fe de esto último son mi familia y mis amigos más cercanos, porque al estar con ellos o al hablar por teléfono, los hago víctimas de mis canturreos y algunas veces hasta me secundan. Hace poco me preguntaron en una entrevista que, de no ser quien soy, quién me habría gustado ser. Debí decir que una cantante. O una gran pianista. O una chef, porque esto de los sacramentales alimentos me queda bien. O una catadora de tequila.

Pero yo lo que hago es escribir con luz, testimonios de una vida. Mi vida… “Dicen que uno es lo que escribe, y mucho hay de cierto. ¿Cuál ha sido tu experiencia a lo largo de este tiempo? –me preguntó un amigo poeta que vive fuera de Tampico.

Lo primero que diré es que esta labor escritural me ha acercado más a la lectura. Que la escritura es un placer inmediato, solitario. Es descubrir que por más maltrato que demos a las palabras, éstas no pierden nunca su significado, su paciencia. Con la escritura se establece un vínculo extraño salpicado de invenciones, verdades, secretos–sueños.

La escritura juega mucho con lo intuitivo, con la errancia de lo impalpable, va de la mano de las emociones. Quizá por ello se diga que la palabra escrita es hija del silencio, de la fantasía, de los sueños. Y se diga por ello que el oído es el órgano de la escritura, porque al escribir escuchamos nuestra propia voz. Y también la vista, porque a través las palabras aprendemos a mirar, a captar. “Parece poder afirmarse que al escribir en un periódico los lectores escuchan nuestra voz, se identifican con ella.

Y cuando los lectores escuchan nuestra voz y miran y captan a través de nuestras palabras, se establece un COMPROMISO SOCIAL con la comunidad. Es aquí cuando una columna periodística adquiere otra dimensión, otro sentido, otro por qué. Es cuando los pensamientos pueden unirse a favor de un ideal común, de un BIEN COMÚN.

Es aquí cuando retumban siempre de nuevo estas palabras de Francisco Umbral: Después de escribir, releo, por ver dónde he traicionado la palabra, dónde he puesto lo que no era. “Quizá mis años escribiendo aquí en el puerto no sean muchos aún, y no haya sido largo este tiempo sino acaso en mi pensamiento, asumiendo aquello de que la historia del pensamiento pueda ser un proceso deductivo.

Será bueno entonces decir que estos años me han dejado aprendizajes de todo tipo, que no cabrían aquí de querer relatarlos… Y bueno será mencionar las lecciones de mi amigo y maestro Horacio Espinosa–Altamirano y de mis tres Carlos: Montemayor, Monsiváis, González Salas… “Y ya andando en aniversarios y en los impares textos Autorretrato, la que está aquí con ustedes vino a rondar por este mundo un día SIETE del mes presente inscrito en la hoja del calendario como el día de santo Tomás de Aquino.

Esto viene a mención porque se afirma que las personas siete son los santo Tomás mentales de la escala numerológica, cuya mente hurgadora no cesa en su búsqueda de la verdad y el por qué de las cosas. Con apego a dichos conceptos, en esta aventura de escribir me he acercado a temas diversos: las antiguas civilizaciones, el espacio infinito de los astros, las culturas prehispánicas, las bellas artes, la gastronomía, el erotismo, la defensa del medio ambiente, temas presididos por los cuatro elementos Agua Tierra Fuego Aire que hacen posible la vida…

“En paralelo a esto que les comento, he escrito eventualmente algunas cosas de creación que nadie conoce. Son textos mínimos y algunos poemas, y nadie los ha leído porque en estos goces soy muy solitaria. No pertenezco ni he pertenecido nunca a ningún grupo de lectura, ni creo que lo haga en un futuro, pese a las ventajas que tiene esta disciplina.

Tampoco he tomado talleres para esto con nadie, y todo lo mío que ustedes hayan leído, se fue de mis manos en línea recta a libros y periódicos. Mas esta noche quiero hacer público un pequeño poema. Quiero leerlo en voz alta. Y se llama así: QUIERO… (continúa).